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29 de septiembre de 2017

Viernes 29 de Septiembre de 2.017

Misal virtual de hoy AQUÍ

Evangelio:

San Juan 1, 47-51

Hombre sin doblez

Joh 1:47 Vio Jesús a Natanael, que venía hacia Él, y dijo de él: «He aquí un verdadero israelita, en quien no hay dolo».
Joh 1:48 Díjole Natanael: «¿De dónde me conoces?». Contestó Jesús y le dijo: «Antes que Felipe te llamase, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».
Joh 1:49 Natanael le contestó: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».
Joh 1:50 Contestó Jesús y le dijo: «¿Porque te he dicho que te vi debajo de la higuera crees? Cosas mayores has de ver».
Joh 1:51 Y añadió: «En verdad, en verdad os digo que veréis abrirse el cielo y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del hombre».

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944)

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

Hombre sin doblez

Un hombre sin doblez, es aquel que ama a Dios sobre todas cosas y personas, incluso sobre sí mismo, y ama con todas las potencias de su ser: alma, cuerpo, mente, corazón y voluntad.

La voluntad es una gran potencia humana, y digamos que diviniza al hombre, si éste pone su voluntad en conocer, amar y servir a Dios.

Pero hay que poner a Dios, primero en todo. Así, que nada de pensar en estafar al empleado o abusar del cliente, en atender mal al prójimo y en ser un usurero, ¡nada de esto!; esto no vale, no vale para ganarse la vida eterna ni el prestigio social; toda esta manera de obrar, acaba mal, muy mal. Muchos ricos han fracasado por eso mismo, por no amar a Dios con voluntad de obrar obedientemente la Ley de Dios; y se va el dinero, y se va el prestigio social; y la soledad entra plenamente en la vida del hombre malo, porque quien no hace el bien, hace el mal.

Y hablemos del otro gran tema, de que se aparta a Dios; incluso muchos católicos, y que se creen buenos católicos, lo hacen; hablemos del uso del sexo. ¡Nada de desear a la mujer que no sea tuya!, y si no estás casado, no puedes desear a ninguna; ¡nada de pornografía!, ¡nada de masturbarse! Nada de hacerte mal, porque es malo el sexo en solitario, incluso de pensamiento; el sexo es para compartirlo con el amor de tu vida: tu cónyuge. Y… ¿qué haces con tu cónyuge cuando os amáis en el bello amor conyugal sexual, que es la continuación del amor? Muchos creen que la parte sexual del amor en el matrimonio, va aparte del amor global del mismo, pero no, porque cuando uno está enamorado y se casa, cuando piensa en la persona amada, en su cónyuge, se excita, siente deseos de unirse en el bello acto de procrear, de dar fruto de su amor, y también desea servir, demostrar su amor, con palabras y hechos llenos de dulzura, de ternura, de miradas a los ojos. La persona siempre hace el acto lícito conyugal sexual, mirándose a los ojos; el animal, los animales, se usan, no se miran al practicar su unión sexual, ¡que quede claro!, porque es antinatural el sexo anal y oral. Las caricias son buenas y lícitas, como lo son las palabras de amor, y se culmina todo con el coito; todo lo demás, es contrario a lo natural; por tanto, es pecado, porque el pecado es lo que va contra la misma naturaleza. Hijos, vosotros los casados, los que pensáis en casarse, os digo que el amor sexual en el matrimonio, es la continuación de toda expresión de amor y respeto, que tiene que tener una pareja; no puede uno estar gritándose, criticándose, llevándose la contraria, para luego sucumbir en la práctica sexual, por necesidades fisiológicas. El amor matrimonial es un todo, y tiene que vivirse en todo, y no sólo para el coito, para al placer físico; hijos míos, tan amados en Cristo, os lo digo para vuestra santidad; sé demasiado, por los pecados cometidos y que me cuentan, pidiendo perdón a Dios, que lo que mata al amor, es el egoísmo. No seáis egoístas y, si no tenéis causas graves, tened hijos; vuestro amor crecerá por momentos, y el respeto mutuo vivirá y os unirá para una vida dichosa en la tierra y en el Cielo. Medita esto que pocos dicen; incluso algunos sacerdotes, no os quieren bien, os aconsejan mal, porque todo lo que va contra lo natural, es pecado. No quiero que pequéis, no quiero que perdáis la fe y os hagáis dioses de vuestra vida; sólo hay uno que es Dios: Nuestro Señor Jesucristo. Vosotros, casaos por amor; no te cases por tener sexo, o hijos, o dinero, cásate por amor y un amor sincero y pleno, en la plenitud de la fe de los dos, que siendo así, Dios vivirá con vosotros y os ayudará en todo, en todo. Fiaos de Dios, confiad en el Todopoderoso, y respetaos a vosotros mismos; no te cases por pena, por orgullo de amar a una mujer que otro ha dejado, y querer demostrarle a él y al mundo, que tú eres mejor que él, por aceptarla y aceptar a los hijos de otro. Tú, sigue tu vida de fe, y por nada ni por nadie, dejes de pensar que te debes a Dios, a la Verdad, y que tu vida va de vivir con Dios. No hagas nada por creerte mejor que otros; tú, si amas a una mujer divorciada, intenta que regrese a su esposo, porque aunque se casaron sólo por lo civil, se pertenecieron en alianza voluntaria; y tú hija, también, si te has enamorado de un hombre divorciado, que regrese con su mujer; los matrimonios civiles, ante Dios también son válidos, si hacen las cosas bien. Y tú, ¿qué sabes lo que tenían en su corazón? No vayas pensando alegremente, que porque no se casó por la Iglesia, puede ser causa de divorcio, o puedes ser padre o madre de los hijos de otro, porque el matrimonio es válido. Cuando se casan dos esposos, y el sacerdote hace de testigo de este amor, cuando dos se casan por la Iglesia, si no tienen intención de cumplir las promesas de un matrimonio canónico, ¡no están casados!, por mucha fiesta que hagan, y aunque los hubiera casado el mismo Papa, porque lo que da validez al matrimonio, no son tampoco los hijos, sino el cumplir con los compromisos a que conlleva casarse por la Iglesia; así que algunos que se han casado por la Iglesia, su matrimonio no es válido, como tampoco lo es en algunos que se han casado sólo por lo civil, porque lo que da validez al matrimonio, es: contraerlo cara a Dios, prometiendo uno al otro amarse; estar siempre abiertos a la vida, en sus actos sexuales; ser fieles, convivir juntos; ayudarse en todo, y mutuamente ayudarse a santificarse. Si tu matrimonio no es así, ¡que lo sea!; y si no lo es, ni quiere uno de los dos que así sea, ¡no es válido! Y si tú te casaste sólo por lo civil, y ahora ambos habéis conocido a Dios por el Evangelio de la fe, entonces, casaos bien, ante la Iglesia, para que las Gracias que Dios le concedió a la Santa Madre Iglesia, como son los santos sacramentos, puedan haceros felices, por poderlos recibir. ¡Sé feliz con Dios y con tu cónyuge! Os aseguro que no hay nada más grande que envidien de una persona, que el que sea feliz en su santo matrimonio; ni nadie se ha realizado tanto, como teniendo un matrimonio santo; esto es el verdadero éxito para los casados, no el dinero, ni salir mucho de fiesta, es hacer fiesta en tu casa, en tu corazón, cada vez que miras tu corazón y contemplas tu conciencia.

Rezo por ti, rezo por los matrimonios, porque muchos son desgraciados, por su egoísmo; si cumplieran las promesas matrimoniales, otras serían sus penas, jamás la de no tener amor, la de no ser amado-a, sino otras cruces, que con el mutuo amor y la Gracia de Dios, son ligeras como plumas; pueden perturbarte una temporada, pero siempre, el Amor con que Dios os unió, viene a consolaros, a aliviaros, y a daros la alegría de la fe, en medio de las tormentas; aunque las crisis de vuestros hijos os sacudan, vosotros, por Dios, vais a sufrir, pero nadie podrá robaros, quitaros, aniquilar, el amor que os tenéis el uno por el otro; al contrario, las penas compartidas, por los hijos que os dañan, o los padres, o hermanos, o amigos, cuando en vuestro dormitorio os acariciáis, os besáis y os unís en un solo ser, nadie puede romper vuestra santa unión de amor, de las promesas hechas ante Dios, y la felicidad del amor conyugal, te visita y te alivia de cualquier pesar, aun sea económico o de enfermedad; y si por enfermedad, no podéis unirnos en un solo ser, acariciaos, decíos palabras de amor; no tema el cónyuge que está sano, que el otro sufra por no poder tener coito, sino que piense que es bueno darse amor, con caricias y besos, con alabanzas, respeto, admiración y amor. Amaos hijos de Dios, en el santo matrimonio, y las cruces, ¿qué cruces? ¡Nada podrá matar este amor!, ni Satanás, que induce a que los que amáis, os odien, para que así discutáis y os separéis, os divorciéis; porque las crisis de los hijos, de los padres, muchas veces son tentaciones de Satanás para destruir un matrimonio católico, porque da mucha rabia y envidia a terceros, que llenan la cabeza de vuestros hijos, el que os améis tanto, el que, a pesar de lo que viváis, estáis unidos uno al otro, teniendo más o menos, siendo más o menos; ya te lo he dicho y te lo repito, los celos y envidia que dan a otros, a algunos solteros o casados, sacerdotes o religiosos, es tal, que si lo supiérais, si pudiérais ver sus corazones, os asustaríais; y unidos más que antes, viviréis aún más profundamente vuestro amor esponsal, porque es santo.

Hoy me he alargado mucho; ¡ay!

P. Jesús

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