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30 de septiembre de 2017

Sábado 30 de Septiembre de 2.017

Misal virtual de hoy AQUÍ

Evangelio:

San Lucas 9, 43-45

El Hijo del Hombre

Luk 9:43 Admirándose todos de cuanto hacía Jesús, dijo Él a sus discípulos:
Luk 9:44 «Estad atentos a lo que voy a deciros: El Hijo del hombre ha de ser entregado en poder de los hombres».
Luk 9:45 Pero ellos no sabían lo que significaban estas palabras, que estaban para ellos veladas, de manera que no las entendieron, y temían preguntarle sobre ellas.

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944)

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

El Hijo del Hombre

¿Por qué a Dios Hijo, se le llama el Hijo del hombre?

Mi versión personal es la siguiente. Ahora voy a hacer un poco de teología. Escuchad:

Dios, en el principio, no tenía cuerpo humano; Dios es Dios.

Dios creó al hombre, a la persona, porque quiso y quiere que el hombre, la persona, exista, porque deseó crearla y lo hizo con el poder de su deseo, siempre en el bien y lo bueno.

El hombre fue creado por Dios, porque es algo bueno, maravilloso, que el hombre exista, que la persona exista; por eso fue creada la especie humana, ¡tú!, porque es algo bueno; ¡es magnífico que tú existas! Así lo quiere Dios.

El hombre existió, Dios lo formó del barro de la tierra, y con su hálito, le dio vida. El hombre vive, por la vida que Dios le infundió, soplando en sus narices, para que la vida de Dios, le diera vida; para que el soplo de Dios, le diera semejanza de vida. Dios sólo sopló al hombre; Dios, con sus propias manos, lo creó del fango, del polvo de la tierra, para que ese hálito de vida, tuviera un instrumento donde vivir en la tierra, que es el cuerpo; pero el hombre es hálito, es el aire que sopló Dios en ese barro, y ese barro tuvo vida, movimiento, inteligencia, amor, porque fue una creación directa de Dios.

Jesús, el Hijo del hombre, es el Hijo de Dios, porque el hombre es hijo de Dios; el hombre es cuerpo y espíritu, y el espíritu del hombre, es el hálito de Dios; por Dios vive, y Jesús, que es Dios, vive por ser Dios; por el hombre muere, para redimir este fango y santificarlo, pudiendo el hombre tener así un cuerpo glorioso, después del juicio universal; Dios Hijo, Jesucristo, el Hijo del hombre, este hombre amado por Dios, y siendo Dios, hombre, como su misma creación, da sentido a la vida de las personas, el sentido de ser hijos de Dios, ya no sólo criaturas de Dios, sino hijos de Dios, como Dios Hijo, es Hijo de Dios; y siendo Dios, tuvo cuerpo en la carne de la siempre Virgen María, que es la Tierra Virgen donde Dios se hizo hombre; y se denominó el Hijo del hombre, el Hijo de la Tierra, siendo Dios mismo, en unidad de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.

Sé que me habéis comprendido, sé que lo habéis comprendido. Bendito el Espíritu Santo, que da vida sobrenatural a la vida del hombre. Y fue Dios Espíritu Santo, quien, con su Sombra, envolvió con ella, y todo su gran Amor de Dios, a la Virgen María, y Dios Hijo entró en Ella, por la voluntad de Dios Padre y el “fiat” de la mujer más bella; y Dios Hijo, creador del mundo, ejecutor de la voluntad del Padre, de Dios Padre, tuvo cuerpo humano en la Plena de Gracia; y que por eso la llamamos bienaventurada, porque nos dio al Hijo del hombre, para que el hombre, que tiene el hálito de Dios, pueda ir a Dios, cuando deja el cuerpo humano por la muerte; y Dios recupera su hálito de amor con que creó al hombre, esa parte de Dios que no puede destruirse por nada ni por nadie; por eso, Jesús dijo, que más bien temáis a quien puede mandar al alma al Infierno eterno, porque todo lo demás, es dentro del territorio de la vida terrenal, que no dura más de 120 años, y, ¿qué son estos pocos años comparados con la alegría eterna en el Amor de Dios?

El Hijo del hombre fue entregado a los hombres, y la carne lo mató, y Dios lo resucitó.

Quien quiera saber más, me siga leyendo en las meditaciones del Evangelio, del Catecismo, la Sagrada Biblia y en todo cuanto escribo, porque sé lo que digo, y sé que tú quieres saber; entonces sigue leyéndome, mi querido amigo, mi querida amiga, mi fe va en mis palabras, por eso soy sacerdote, para que tú comprendas que Dios te Ama. Entiéndelo, por favor, ¡Dios te Ama!,

¡¡¡Dios!!!

P. Jesús

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