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20 de mayo de 2016

Viernes 20 de Mayo de 2.016

Evangelio:

San Marcos 10, 1-12

La cuestión del divorcio

Mar 10:1 Vino Jesús a los confines de la Judea, al otro lado del Jordán, y de nuevo se le juntaron en el camino muchedumbres, y los adoctrinaba.
Mar 10:2 Llegándosele fariseos, le preguntaron, tentándole, si es lícito al marido repudiar a la mujer.
Mar 10:3 Él les respondió y les dijo: «¿Qué os ha mandado Moisés?»
Mar 10:4 Contestaron ellos: «Moisés manda escribir el libelo de repudio y despedirla».
Mar 10:5 Díjoles Jesús: «Por la dureza de vuestro corazón os dio Moisés esta ley;
Mar 10:6 pero en el principio de la creación los hizo Dios varón y hembra;
Mar 10:7 por esto dejará el hombre a su padre y su madre,
Mar 10:8 y serán los dos una sola carne.
Mar 10:9 Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre».
Mar 10:10 Vueltos a casa, de nuevo le preguntaron sobre esto los discípulos;
Mar 10:11 y Él les dijo: «El que repudia a su mujer y se casa con otra, adultera contra aquélla;
Mar 10:12 y si la mujer repudia al marido y se casa con otro, comete adulterio».

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944)

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

La cuestión del divorcio

La vocación al matrimonio, es la vocación a perpetuar la vida, a seguir unidos  a Dios, por la fe y la doctrina.

El matrimonio es la vocación al amor.

Cuando una persona siente la llamada a realizarse dentro de la lícita y válida unión entre un hombre y una mujer, desea hallar esta otra “mitad suya” para que entre los dos, con Dios, haciendo un todo, vivan juntos y unidos para las obras de caridad, uno al otro, y cada uno a todos, para que la Iglesia continúe peregrinando por el mundo, ayudando a todos a salvarse.

El amor entre un hombre y una mujer, es lo que debe llevarles a darse en matrimonio, a prometerse fidelidad y ayuda mutua, para cumplir las promesas de Dios, que desea que todas las personas se salven.

No hay divorcio que valga, desde que Jesús, Dios, dijo que el amor es lo que une en el matrimonio. Lo que hay que hacer es amarse.

No puede el hombre vivir sin Dios, aun dentro mismo del matrimonio; el hombre, la persona, necesita a Dios, de Dios, servirle y agradarle.

Quien viva el amor en el matrimonio canónico, vive la dicha de una vocación que Dios mismo, en Adán y Eva, dio testimonio de obra de Dios. Casarse, es para dar Gloria a Dios, en este amor humano de hombre y mujer. Por eso no puede ser válido ningún divorcio ante Dios; lo que se unió libremente, en promesa solemne ante Dios, no lo separe el hombre, no lo separe ninguno de los dos cónyuges.

Creed en Dios, creed en el matrimonio, porque Dios los hizo hombre y mujer, para que así poblaran la tierra. Amén.

P. Jesús

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