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2 de febrero de 2022

Miércoles 2 de Febrero de 2.022

Tiempo ordinario/4º -Fiesta de la presentación del Señor

Misal virtual de hoy AQUÍ

Evangelio:

San Lucas 2, 22-32

Luz para las naciones

22Así que se cumplieron los días de la purificación, conforme a la ley de Moisés, le llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, 23según está escrito en la ley del Señor que <<todo varón primogénito sea consagrado al Señor>>,24y para ofrecer en sacrificio, según lo prescrito en la Ley del Señor, un par de tórtolas o dos pichones.

25Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, justo y piadoso, que esperaba la consolación de Israel, y el Espíritu Santo estaba en él. 26Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Cristo del Señor. 27Movido del Espíritu, vino al templo, y al entrar los padres con el Niño Jesús, para cumplir lo que prescribe la ley sobre Él, 28Simeón le tomó en sus brazos, y, bendiciendo a Dios, dijo:

29Ahora, Señor, puedes ya dejar ir a tu siervo en paz, según tu palabra; 30porque han visto mis ojos tu salud, 31la que has preparado ante la faz de todos los pueblos, 32luz para iluminación de las gentes, y gloria de tu pueblo, Israel.

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944) 

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

Luz para las naciones

Dios quiere saber la verdad tuya, y verla por tus obras y no sólo de palabras. Dios quiere que queden al descubierto las intenciones de tu corazón. Por eso también murió Jesús, para saber qué hacer tú con esta Verdad.

Dios juzga y quiere juzgarte, probando tu fe y dándote el premio o el castigo de las obras de la misma, de esta fe que Dios Espíritu Santo está derramando sobre la faz de la tierra y en todo corazón que busque abiertamente el Amor de todo un Dios que ama y es todopoderoso para dar su Amor.

Pero muchos prefieren la lascivia, los placeres del cuerpo, las concupiscencias del mismo, la soberbia de una mente enferma por la maldad de creerse mejor que los demás, porque quien es de Dios, sirve a los demás y, por el hecho de servir, demuestra que no se siente mayor que los demás, sino que todos ven su humildad de corazón, que le lleva a perdonar a todos, a apartarse de los malos y vivir entre los buenos para que, juntos y uno a uno, haya este mundo nuevo que espere la segunda venida de Cristo, que vendrá para saciar toda alma y poblar la tierra de paz, la paz de Dios, que es la sabiduría de conocer al Dador de toda vida, al Escultor de la obra santa que lleva a todos al gran honor de tener la salvación que, un Dios Hijo, entregó al mundo al entregarse como víctima de redención, y recibió su Madre el gran dolor, como la espada que traspasa un corazón. Así se lo dijo Simeón a María, y así se cumplió en el día aquel del Viernes Santo, la ejecución de la regla: un Cordero degollado para un pueblo oprimido, y la libertad de decidir cada uno su destino por pedirle a Dios Padre, en nombre de su Unigénito Jesús, que esa cruz donde Dios estuvo clavado, y con voluntad férrea aguantó el destino concertado de llegar a la muerte, sufriendo por todos los vivos de todos los tiempos, y ser ésos salvos en el nombre del Rey de reyes, el Rey de los judíos, el Dios de los gentiles, el Niño que, en el pesebre, los pastores fueron a verle y, dándole sus presentes, cubrieron su pobreza humana y recibieron de Él la riqueza de una mansión en el Cielo, por su fe, por las obras de la misma, que por la Gracia santificante está al abasto de todo aquel que comulga y se nutre de un Dios vivo, que se quedó después de morir y al resucitar de entre los muertos, y quedándose, está aquí junto a ti, y a ti, y a ti, en la Iglesia Universal, la Santa, la Única, la Católica, Apostólica y Romana.

Coge tu cruz y sigue a Jesús.

P. Jesús

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