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17 de diciembre de 2017

Domingo 17 de Diciembre de 2.017

Misal virtual de hoy AQUÍ

Evangelio:

San Juan 1, 6-8.19-28

Juan, el consagrado

Joh 1:6 Hubo un hombre enviado de Dios, de nombre Juan.
Joh 1:7 Vino éste a dar testimonio de la luz, para testificar de ella y que todos creyeran por él.
Joh 1:8 No era él la luz, sino que vino a dar testimonio de la luz.
Joh 1:19 Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos desde Jerusalén le enviaron sacerdotes y levitas para preguntarle: «Tú, ¿quién eres?».
Joh 1:20 Él confesó y no negó; confesó: «No soy yo el Mesías».
Joh 1:21 Le preguntaron: «Entonces, ¿qué? ¿Eres Elías?». Él dijo: «No soy». «¿Eres el Profeta?». Y contestó: «No».
Joh 1:22 Dijéronle, pues: «¿Quién eres? para que podamos dar respuesta a los que nos han enviado. ¿Qué dices de ti mismo?».
Joh 1:23 Dijo: «Yo soy la voz del que clama en el desierto: “Enderezad el camino del Señor”, según dijo el profeta Isaías».
Joh 1:24 Los enviados eran fariseos,
Joh 1:25 y le preguntaron, diciendo: «Pues ¿por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?»
Joh 1:26 Juan les contestó diciendo: «Yo bautizo en agua pero en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis,
Joh 1:27 que viene en pos de mí, a quien no soy digno de desatar la correa de la sandalia».
Joh 1:28 Esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba. 

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944) 

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

Juan, el consagrado

San Juan Bautista, vivía la pobreza, la castidad, la obediencia; era un consagrado.

Vivir para Dios, avisar a los demás del bien y del mal, eso hace el verdadero consagrado; ¡no es un mero espectador!, es uno-a que vive alabando a Dios. Cuando está a solas, recita jaculatorias, contempla la imagen de Dios, besa el crucifijo, y se llena de piedad y de un amor sobrenatural tal, que posee la fuerza de los misioneros, la esperanza de los mártires, la fortaleza de los humildes, la bondad de los ángeles y las palabras de Dios Espíritu Santo.

La consagración trae consigo, regalos de Dios, porque como enamorados, como dos que se aman tanto, Dios y tú, Dios y el consagrado, se multiplican mil y un detalles del uno para con el otro, y todo les parece poco.

El consagrado tiene mayor capacidad de sacrificio voluntario, de resignación cristiana, de mortificación, y puede llegar a la flagelación, por alto grado de espiritualidad, nunca por obediencia a unas reglas de, digamos, urbanidad espiritual. Nunca se puede uno flagelar por obediencia a un superior, o a las normas de una congregación, porque todo acto físico, pertenece a la ley civil y puede ser tortura inducida, y por tanto, puede ser penalizado por la ley, y debe ser regulado por la misma; pero la flagelación del místico, es otra cosa distinta, y no se llega a ella por obediencia a la congregación, ni por probar, sino que el mismo Espíritu Santo invita a ella al elegido por Dios, para ofrecerla, como ocurrió al pastorcito de Fátima; nadie humano le pidió que se atara cuerdas para sufrir por los pecadores, y era un niño, menor de edad; él solo, lo hizo porque quiso, porque era más su dolor de la visión del Infierno, allí donde van los pecadores, que el dolor de su cuerpo; y por ser tanto su dolor, necesitó compensarlo por el dolor de esa cuerda alrededor de su cintura; así su dolor físico lo aliviaba del dolor espiritual, por la certeza de este Infierno, al que muchos van. Ese es el único motivo por el que uno puede flagelarse, para aliviar su dolor espiritual, y sólo se lo sabe cada uno. Por penitencia, no es bueno flagelarse, y digo más, la flagelación es sólo en casos muy y muy especiales, ya que podría ser una mala tentación del diablo, porque Dios no necesita flagelados, sino personas que como Él, Dios, vivió por Amor; y a Dios, a Jesús, lo flagelaron; Él, Dios, siempre cuidó de sí mismo, no sabemos de ningún testigo que pueda decir lo contrario; y de la Virgen María, tampoco podemos decir que se flageló; Dios no lo hubiera querido, porque Ella aguantó el dolor de ver crucificar a su Hijo aguantando el dolor, que esta fortaleza espiritual es de las más elevadas, el sufrir sufriendo, sin dar escape al sufrimiento, ni con quejas, ni con malas obras, ni con flagelación; los débiles se flagelan; los fuertes hacen como Jesús, callan cuando les flagelan. Algunos consagrados de algunas congregaciones, se flagelan como norma de vida espiritual, y a veces, se van quejando de todos, por tonterías humanas y faltas de urbanidad. Dios prefiere que no te quejes, a que te flageles. Dios prefiere que un consagrado sea alegre con los demás, que haga la vida fácil a los demás, a que se flagele o haga grandes ayunos y tenga mal humor, de esos que uno mismo no puede dominar, porque el cuerpo necesita de pan. Dios quiere sobre todo, que sean vigentes esas palabras: “¡mirad cómo se aman!»

Dios quiere amor. Y los consagrados son los que más y mejor tienen, deben, demostrar a todos cómo se ama; tienen que ser como otro Cristo, amando y perdonando, soportando y curando, enseñando y sufriendo, y todo por amor, por caridad.

Hoy habéis aprendido mucho de Dios, que es Amor, pero ¡de verdad!; ¡Dios es Amor!

Dios te ama.

P. Jesús

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