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7 de diciembre de 2017

Jueves 7 de Diciembre de 2.017

Misal virtual de hoy AQUÍ

Evangelio:

San Mateo 7, 21.24-27

Haced la voluntad del Padre

Mat 7:21 Dijo el Señor a sus discípulos: «No todo el que dice: «¡Señor, Señor!» entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos.
Mat 7:24 Aquel, pues, que escucha mis palabras y las pone por obra, será como el varón prudente, que edifica su casa sobre roca.
Mat 7:25 Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y dieron sobre la casa, pero no cayó.
Mat 7:26 Pero el que me oye estas palabras y no las pone por obra, será semejante al necio, que edificó su casa sobre arena.
Mat 7:27 Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y dieron sobre la casa, y cayó con gran ruina». 

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944)

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

Haced la voluntad del Padre

A ti, consagrado, que estás casado; haz la voluntad del Padre; ese es tu voto, esa es tu consagración, ¡al Padre Dios!; a ningún otro, le llames Padre, sólo al que lo es, a Dios Padre, y a Él tienes que obedecer y servir; ¡es Dios!

Si te has consagrado a Dios, y perteneces a un grupo católico, sigues perteneciendo a Dios, ¡eres discípulo de Cristo, y tienes que ser fiel a Papa!

Si siendo casado, estás consagrado a Dios, recuerda que el matrimonio es un sacramento.

Y si siendo casado, estás consagrado a Dios, y perteneces a un grupo católico, en donde te has consagrado a Dios, recuerda que el matrimonio es un sacramento santo. No puedes obedecer a tu director espiritual, sea laico o sacerdote, yendo contra la unión y el sacramento matrimonial. Porque los casados, son dos, que libremente han decidido ser uno, y recibiendo el sacramento matrimonial, este uno, que son los dos con Dios, han hecho voto de unión indisoluble, por lo cual, el director espiritual, laico o sacerdote, no puede dirigir el vinculo matrimonial; y si cada uno de los cónyuges está consagrado y pertenece a un grupo católico, y cada uno de los dos tiene un director espiritual, ¿a cuál debería obedecer el matrimonio? Porque se conoce bien, que en la práctica, todos los asuntos espirituales hacen referencia a toda la vida de la persona.

El consagrarse a Dios es santo, es bueno y legítimo para todo cristiano, y los matrimonios, aun siendo dos, cada uno tiene su propia relación con Dios; que si esta relación con Dios es buena, el matrimonio va mejor, porque allí donde está Dios, está su gracia santificante, y cada uno de los dos que forman el santo matrimonio, tienen, por ser consagrados, una vida con mejores ventajas espirituales; porque no es lo mismo estar pendientes de Dios, y Éste pide al varón que cuide de la mujer como Él, Jesús, Dios, cuida de la Iglesia; y pide a la mujer que esté sometida al varón, como la Iglesia se somete a Cristo, su Fundador. Todas las cosas las hace bien Dios, porque si la mujer se somete al hombre que la cuida, como Cristo cuida de la Iglesia, este vínculo es santo, esta unión está destinada a prosperar en la vida; porque las cosas de la vida, todas fueron hechas por Dios; claro que luego Eva y Adán pecaron, y la vida actual no es lo mismo que Dios quería; y aún estando el diablo en este mundo, Dios sigue apoyando en todo a sus hijos que se lo piden, que le oran, que le consultan en oración todas sus preocupaciones, y estas se solucionan por la Divina Providencia; y si a veces, hay desenlaces dolorosos, siempre son para evitar males mayores, que el peor mal que le puede pasar al hombre, a la persona, es perder la fe, perder la santidad, perderse el Reino Celestial; por eso, en todo confiad en Dios, en quien os habéis consagrado, y si los consejos humanos de un director espiritual, van contra la santa unión matrimonial, entonces podría ser que no viniera de Dios Espíritu Santo, el consejo que te han dado, porque todos, todos los hombres, son tentados, incluso los sacerdotes, los obispos, el Papa, los religiosos, los consagrados, los seglares; y siendo así, no porque uno ostente un “título” otorgado por algún directivo de grupo, eso le clasifica como intocable por la tentación; ¡que no!, que todos son tentados; ¡también tú!

Cuando cada uno de los esposos pertenece a un grupo católico, pudiendo ser el mismo grupo o diferente, tiene muchas batallas que afrontar, no le va a faltar la Gracia de Dios y su ayuda para conseguir esta unión conyugal a la que todos los santos aspiran; pero tendrán muchas penas que sufrir y desengaños que vivir; y no quisiera que eso les apartara de la fe, porque como he dicho, todos son tentados, y añado que ninguno es bueno, porque sólo Dios es bueno; entonces, os deseo una vida, que siendo católicos, podéis tenerla; una vida santa, una vida, en la que la mayoría de los santos, han sido cónyuges, porque de estos santos, está lleno el Cielo; son santos anónimos, porque los hijos, los nietos, los parientes, no han empezado ninguna causa de beatificación; pero están ahí, en el Cielo, rebosantes de alegría, plenos de la caridad que les asistió en sus vidas, siendo cónyuges buenos, fieles, honrados, con voluntad de cumplir con su deber; llenos de fe, esperanza y amor al Amado, al que se habían consagrado; porque vivían por Él, por Cristo Rey, por el que dio su vida por ellos; por la Iglesia, que es compuesta por los hombres y mujeres que desean algo más que una vida en la tierra, que quieren vivir, a perpetuidad, en la Comunidad Celestial; allí donde están muchos que, siendo esposos aquí en la tierra, vivieron un matrimonio santo, por la Gracia de Dios, y no por ninguna bendición de un laico o sacerdote que les hiciere de director o guía espiritual. Sabed que la santidad sólo viene de Dios. Sabed que Dios os Ama, y que su Iglesia fundada por Él, por Cristo Rey, es la Católica, Apostólica y Romana. Y sabiendo esto, sed felices, hijos míos tan amados, sed felices en vuestro matrimonio santo, amándoos como verdaderos esposos consagrados; y veréis a los Ángeles visitaros, para regocijarse en vuestro amor santo, que yo, sacerdote, bendigo con mis dos manos, unido a Dios Padre, que tanto os Ama.

Casados, podéis consagraros a Dios, si queréis; cada uno por su cuenta, porque los pecados, incluso los de los esposos, son personales; a cada uno, lo juzga Cristo por lo que ha hecho en su vida.

¡Alegría!, los matrimonios santos, son la alegría del Cielo, porque allí los dos siguen juntos y unidos, por una gracia especial, la de haber compartido la vida terrenal, la de haberse ayudado a no pecar, a resistir en el bien; y también por los hijos, porque los hijos unen, son el fruto del amor de los esposos, son la alegría de los cónyuges que los han tenido; y los que no han podido tener hijos, ésos, son adoptados por los hijos de la Iglesia, porque existe la comunión de los santos, existe la alegría de los salvados. ¡Qué alegría es esa, Dios!; me gustaría hablaros de ella, ¡lo haré!; hablaré de la alegría de los salvados.

Este mes va de hablaros de los consagrados casados.

P. Jesús

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