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9 de septiembre de 2020

Miércoles 9 de Septiembre de 2.020

Tiempo Ordinario/23º

Misal virtual de hoy AQUÍ

Evangelio:

San Lucas 6, 20-26

Bienaventurados los pobres

20El (Jesús), levantando sus ojos sobre los discípulos, decía: Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. 21Bienaventurados los que ahora padecéis hambre, porque seréis hartos. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. 22Bienaventurados seréis, cuando aborreciéndoos los hombres, os excomulguen y maldigan, y proscriban vuestro nombre como malo, por amor del Hijo del hombre. 23Alegraos en aquel día y regocijaos, pues vuestra recompensa será grande en el cielo. Así hicieron sus padres con los profetas.

24Pero ¡ay de vosotros, ricos, porque habéis recibido vuestro consuelo! 25¡Ay de vosotros los que ahora estáis hartos, porque tendréis hambre! ¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque gemiréis y lloraréis! 26¡Ay cuando todos los hombres dijeren bien de vosotros, porque así hicieron sus padres con los falsos profetas!

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944) 

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

Bienaventurados los pobres

Pobre es aquel que lucha con su trabajo sano y honrado para cubrir sus necesidades diarias; y Dios ayuda siempre a los pobres, Jesús ama a los pobres, los cuida con su afecto de hermano pobre que fue, viviendo en la tierra. Él, Jesús, Dios, sabe, conoce la pobreza, la vivió en su vida; ¡nació en una cueva!, y luego tuvo que salir, a escondidas, de Belén e irse a refugiar al país de Egipto. Dios, Jesús, conoce bien las penas del sufrimiento por la pobreza; por eso debes dirigirte a Él, a Dios, que te conoce por haberte creado, y conoce tus padecimientos por haberlos sufrido en vida.

Se puede vivir siendo pobre; Dios, Jesús, vivió la pobreza; todos lo sabemos y lo aceptamos de Él, y lo proclamamos como REY y SEÑOR nuestro, habiendo sido pobre; no nos importa la pobreza en que Dios, Jesús, vivió, ni nos importa que naciera en una cueva y viviera en ella, ¡Él es nuestro Rey!, y nos basta esto. Sabemos que las circunstancias terrenas que vive una persona, son facetas secundarias a lo que esa persona es. ¡Tú eres lo que eres, a pesar de lo que vivas!, tú eres valorado, como es valorado Dios, Jesús, que nació y vivió en una cueva, y luego, por siete años, estuvo viviendo desterrado en Egipto. Y puede que tú estés desterrado de tu casa, de tu familia, de tus amigos, o la sociedad a la que perteneces por nacimiento; y qué, repito, ¿y qué?…

Hermano, hijo del mismo Padre, Dios, cálmate, acepta tus sufrimientos actuales y lucha para salir de ellos, pero lucha con paz, la paz que da la Gracia Santificante, esta unión verdadera con Dios Hijo, por la Eucaristía, por recibirlo en Comunión, por dejarlo ser parte de ti, al aceptar irlo a buscar durante la Santa Misa, y uniros en el Amor de ser los dos uno para siempre, en la voluntad de nunca más volver a pecar. Llora en sus brazos tu dolor, y cuéntale, dile que lo amas más que a nadie, y que te devuelva el amor de los que te habían amado, de tus hijos, de tus hermanos, de tus padres; y espera, en tu pobreza, que quizás fue la causa principal de que ellos se olvidaran de ti, porque la pobreza es como una enfermedad contagiosa, eso se creen muchos, todos esos que se van del lado del pobre; todos esos que lo abandonan a su suerte, porque no ha tenido suerte con el dinero. Acepta que hay quien te quiere, pero te quiere rico, con dinero y fama, y esta es su manera de querer, no sabe querer de otra manera que esa, porque le teme a la pobreza. Tú, no temas a la pobreza, porque Dios fue pobre en la tierra, e imitándolo a Él, no la temas, afróntala, vive confiado en ella, en que puedes vivirla y superarla, que puedes aceptarla y sufrirla, que puedes ser tú uno de los que Dios dijo de ellos: “Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.”

Y dale tiempo a Dios a que cambie tu mal tiempo, esa larga temporada en la que te hallas sufriendo, y Dios se pondrá en eso; pero mientras las cosas no sean como Dios desea para ti, trabaja y trabaja bien, que Dios al hombre le entregó el Jardín de Edén, allí donde su trabajo consistía en cuidarlo y en poner nombre a los animales y plantas, es decir en conocerlas, en disfrutar de la creación y ser socio del Creador, porque el hombre cuidaba de lo que el Hacedor hizo para que así, trabajando, el hombre fuera feliz.

El trabajo da la felicidad. El dinero es una compensación a la felicidad de trabajar. Trabaja y disfruta de trabajar y del dinero que recibirás por tu trabajo. Y recuerda que Jesús, siendo Dios y Rey, trabajó de carpintero; puedes tener un trabajo humilde para cubrir tu sustento, y luego ya hablarás ante el pueblo, como Dios habló en las plazas y en las calles, para que todo aquel que es mundano sepa de qué va la fe; que la fe no es ir predicando y sólo dar sermones cobrando, la fe es para disfrutarla viviendo de ella y poniendo en toda labor que hagas, sea humilde o muy bien pagada socialmente, sea como sea, que siempre sea haciéndola bien hecha y para Gloria de Dios; para que con ella puedas entrar en el Cielo, que se compra con las obras de tu fe.

Amigo, lucha por vivir, lucha por sobrevivir y darle a la vida la oportunidad de verte trabajar en lo que te gusta. Porque tienes una vocación, que Dios te dará la oportunidad de desarrollar, si vives, si te mantienes en vida, si trabajas, ahora en lo que sea, pero que sea honesto y honrado, y luego y siempre, que sea así: honesto y honrado; para que por la labor de tus manos, Dios te llene el corazón de dicha, la dicha de tener una vida fiel en Aquel que tanto te ama y que nunca te deja, seas pobre, seas rico; porque Dios, Jesús, siempre está contigo, y junto a Él y con Él, su bendita Madre, la Virgen María, ¡Madre tuya también!

Pasará el tiempo y volverás a prosperar, y con dinero, volverán a quererte esos que quieres y que te han dejado abandonado a tu suerte, porque perdiste todo lo que tenías en dinero y bienes, pero siempre tuviste y tienes esa bondad superlativa que hace de ti una persona tan atractiva, por esa fe que derramas con la gracia de la caridad.

Amigo, tu cuenta del Banco, volverá a tener seis y ocho cifras, porque para el que trabaja, para el que reza y es bueno de verdad, como tú lo eres, la vida le da una oportunidad tras otra, y volverás a ser lo que fuiste y más. Y regresarán los que se fueron y te dejaron, y tú los aceptarás de cualquier manera, porque los amas de verdad, y no por lo que son ellos, sino por lo que tú eres, y entonces serás feliz, porque los necesitas, y Dios, sabiéndolo, te los devolverá, porque tú necesitas amarlos, esa es tu verdad, aunque la suya sea TU DINERO.

Los santos tienen paciencia, saben que pocos saben dar amor sincero, por eso aceptan que tengan familiares al lado que sólo quieren usar de su buen nombre, de su buena fama; y les deja hacerlo, porque a él sólo le preocupa ser fiel a Dios y poder amar cada día más y mejor.

Ocurre sin embargo, que algo sí que cambiará, y que está cambiando, el que aunque ames a tu familia y la necesites al lado para darles tu amor y recibir el suyo, egoísta, pero es que es su única manera de amar y aman así a todos; piénsalo, y te darás cuenta que no hacen discriminación contigo, sino que a los que siguen amando es porque les une el dinero, pero que sin esta unión, también estarían separados; si ellos necesitaran de su ayuda económica, también los dejarían, están unidos por el dinero y no sólo por ser familia. Tú, los amas con el corazón en el alma y no con el corazón en el cuerpo; tú los necesitas, por ser ellos tu familia, ¡y los tendrás!, pero cambiarán las cosas; ellos luego, ya no estarán en tu vida comercial, porque te han dejado por inútil, creen que ya estás acabado, pero Dios, de tu mano, les demostrará, que los que confían en Él, tienen más de una oportunidad, y cada vez es más alto el resultado a lograr. Volverás a poder amarlos, sí, pero no pondrás tu dinero a su recaudo, ni sabrán cuánto dinero tienes, porque les vas a enseñar a respetarte, además de a quererte.

En la vida hay amigos que se aman más que a los hermanos, que a la familia de sangre, porque hay gente como tú, creyente, y Dios siempre dice a los suyos que vayan de dos en dos. Que sea esta tu esperanza de esa alegría en tu vida.

Dios contigo; ¡aleluya!, Jesús.

P. Jesús
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