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9 de enero de 2019

Miércoles 9 de Enero de 2.019

Tiempo de  Navidad/ 3º

Misal virtual de hoy AQUÍ

Evangelio:

San Marcos 6, 45-52

Amándolos hasta el extremo de poder vivir sin ellos

45En seguida mandó (Jesús) a sus discípulos subir a la barca y precederle al otro lado frente a Betsaida, mientras Él despedía a la muchedumbre. 46Después de haberlos despedido, se fue a un monte a orar. 47Llegado el anochecer, se hallaba la barca en medio del mar y Él solo en tierra. 48Viéndolos fatigados de remar, porque el viento les era contrario, hacia la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar e hizo ademán de pasar de largo. 49Pero ellos, así que le vieron andar sobre el mar, creyendo que era un fantasma, comenzaron a dar gritos, 50porque todos le veían y estaban espantados. Pero Él les habló enseguida y les dijo: Animo, soy yo, no temáis. 51Subió con ellos a la barca, y el viento se calmó, y se quedaron en extremo estupefactos, 52pues no se habían dado cuenta de lo de los panes; su corazón estaba embotado.

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944) 

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

Amándolos hasta el extremo de poder vivir sin ellos

Dios, Jesús, despidió a los que amaba, a los que le conocían, y se fue a un monte alto a orar, sin dejarlos de amar.

Jesús murió por amor, para resucitar y buscar un lugar para todos. Subió a los Cielos, se fue, dejando solos a los que amaba tanto, a sus apóstoles, a sus seguidores, a su Madre. Todo lo hizo por amarlos tanto, porque sabía que era lo mejor para ellos, por eso su amor cumplió con su deber de hacer lo que tenía que hacer, para que todos los que dejó pudieran ser mejores y salvarse por creer en Él. Dios tenía que demostrarles que era Dios, que era verdad todo lo que había dicho de Él y del Padre, por eso tuvo que dejarlos, poder vivir sin ellos, sin su Madre, para que lo vieran, lo reconocieran, como quien es: ¡¡¡DIOS!!!

Tú, hijo-a, a veces, los que amas, no creen en ti, y por amarlos tú tanto, por amarte a ti mismo-a y tener que vivir por vivir, tienes que separarte de los que amas para demostrarles quién eres, para darles tu amor, sin verlos, pero amándolos siempre y bendiciéndoles de corazón, aunque su ignorancia, su incredulidad, los llevara a dudar de ti, de tu integridad, de tu amor verdadero por ellos. Cuando los que amas y te desprecian y no te quieren, te insultan públicamente, es el momento de partir. Ocurrió lo mismo con Dios, Jesús, que llegó su hora, cuando los suyos, los sacerdotes judíos, los padres de la fe del Pueblo Elegido, lo calumniaban, estaban muy enfadados con Él, lo perseguían para quitarle la vida, y tenía que esconderse de recibir el mal que se proponían hacerle, hasta que compraron a uno de los suyos, al amado Judas, porque Dios, Jesús, lo amaba, lo eligió El mismo entre muchos, y le enseñó su doctrina para que la pusiera en práctica, pero él, Judas, ¿qué aprendió de la Iglesia Católica?, porque es la misma que Cristo fundó; aprendió a llevar la bolsa, a tener el dinero que se le entregaba por amor a Cristo, a Dios, a Jesús, y él, Judas, lo guardaba, y quería gastarlo a su manera, no a la de Dios, que permitía los perfumes y dejaba que cada quien le ofreciera las obras de su corazón; pero Judas, envidioso y celoso, lo entregó por treinta monedas de plata, y Dios murió por los suyos, ¡por Amor! Se fue al Cielo, partió de allí donde tenía a su Madre, y se fue para el bien de todos; porque cuando uno ama de verdad, ama hasta el extremo de poder vivir sin ellos. Y allí, en el Cielo, Cristo se reencontró con su Padre verdadero: Dios, con los Ángeles, y antes, pasó a buscar a los que ya habían muerto y necesitaban de su presencia para poder ir con Él al Cielo.

¿Verdad que ahora tú, imitando a Jesús, Dios, podrás amar hasta el extremo de poder vivir sin ellos? Piensa que Jesús recuperó el amor de todos, también el de Judas, que se suicidó por remordimientos, porque había conocido el Amor y lo había traicionado, como algunos han traicionado el tuyo. Pero tú no eres Dios y no tienes que morir, sólo tienes que partir y compartir tu vida con los que, podríamos decir, “ángeles”, estos que Dios te ha acercado, hace ya tiempo, para que tú les ayudes a ellos, y ellos, recibiendo tu ayuda, canten aleluyas al Cielo, por tu fe. Ve a recoger a los que necesitan de tu luz, y la quieren, como Jesús fue a recoger a los que habían tenido fe en Él, esperanza en Él, obras de amor por Él, sin haberle conocido.

En el evangelio de hoy, Jesús, despide a los que le siguen, y se va a orar; y cuando se despierta, ve a los que amaba, sufriendo en el mar, y va a su encuentro. Igual tú, otro día verás a estos que dejas por amarlos tanto, e irás a su encuentro, cuando angustiados, cansados de la vida, los veas sufrir y luchar contra las tempestades del mar, y entonces, podrás caminar sobre las aguas, porque habrás descansado y podrás ir a ayudarlos; y ellos, sufriendo tanto, porque la vida es sufrimiento, también, entonces, luego, aceptarán tu ayuda, cuando les digas en sus momentos de angustia: “ánimo, soy yo, no temáis”. Pero para poder decirles esto y que te escuchen, es preciso que te vayas a descansar, es necesario que los ames hasta el extremo de poder vivir sin ellos.

¡Buen viaje amigo-a!, allí donde vayas, seguiremos unidos, vía oración y Palabras de Dios: el Evangelio de la fe, la Sagrada Biblia! Amén.

¡Un abrazo en Cristo!

P. Jesús

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