Domingo 8 de Septiembre de 2.024
Tiempo Ordinario 23º
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Evangelio:
San Marcos 7, 31-37
Levantando los ojos al cielo
31Saliendo de nuevo de los confines de Tiro, (Jesús) se fue por Sidón hacia el mar de Galilea, atravesando los confines de la Decápolis. 32Le llevaron un sordo y tartamudo, rogándole que le impusiera las manos, 33y, tomándole aparte de la turba, metióle los dedos en los oídos, y escupiendo, le tocó la lengua, 34y, mirando al cielo, suspiró y dijo: <<Efeta>>, que quiere decir ábrete; 35y se abrieron sus oídos y se le soltó la lengua hasta hablar correctamente. 36Les encargó que no lo dijesen a nadie; pero cuanto más se lo encargaba, mucho más lo publicaban, 37y sobremanera se admiraban, diciendo: Todo lo ha hecho bien; a los sordos hace oír y a los mudos hablar.
Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944)
«Palabra del Señor»
«Gloria a ti Señor Jesús»
Meditación:
Levantando los ojos al cielo
Cuando te pidan ayuda, levanta los ojos al cielo, como hizo Jesús, y confía en que Dios Padre te escucha, y consuela a todos, porque hay consuelo para todos los sufrimientos; esa es la fe, la esperanza, la confianza, la certeza de la Misericordia infinita de Dios.
Cuando seas sacerdote, amigo seminarista, acuérdate de impartir los sacramentos, ellos son el consuelo que consuela, son la paz que da paciencia, es la salud que los sana, es el pan que los alimenta. Acuérdate, amigo mío seminarista, acuérdate de que Dios está vivo, y es Él quien, a través de los sacramentos, el que ama y consuela a los que sufren y lloran, y necesitan dejar esta soledad que les consume; acuérdate, amigo seminarista, de llevar siempre contigo a Jesús, a Dios, y darlo a todos, porque ¿quién no necesita de Jesús, de Dios?, ¿tú?…
Todos necesitan de Dios, por eso vino Dios al mundo, para todos, ¡por ti!
P. Jesús
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