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7 de diciembre de 2016

Miércoles 7 de Diciembre de 2.016

Evangelio:

San Mateo 11, 28-30

Venid a Mí los cansados y agobiados

Mat 11:28 Exclamó Jesús: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, que yo os aliviaré.
Mat 11:29 Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas,
Mat 11:30 pues mi yugo es blando, y mi carga, ligera».

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944)

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

Venid a Mí los cansados y agobiados

Hijo, hija, te siento cansado, estás triste, desanimado. ¿Qué ha pasado en tu vida? Ven, ven a la Iglesia y cuéntale a Dios, en el Sagrario, todo, todo… Todo esto que te atormenta y te tiene amargado.

Yo, sacerdote, sólo soy el instrumento que te lleva a Casa, a la Santa Madre Iglesia, Católica; al diálogo con Dios, con Jesús “encarcelado” en este Sagrario, que espera ser la urna de tu consuelo, en esta vida terrena.

Yo, sacerdote, sólo soy lo que Dios quiere de mí, el cuerpo y la voluntad, que le dá la Vida cuando se consagra el Pan y el Vino de la Eucaristía.

Yo, sacerdote, escucho tus pecados, yo me apiado de ti, seas quien seas, y es Dios quien te entrega su Amor Misericordioso, cuando, de mi voz y con mi voz sacerdotal, te doy la absolución a tus pecados que acabas de confesar, en este tú a tú con Dios mismo, que utiliza al sacerdote para sanar a los vivos, que viven muertos de dolor, de penas, de miedo, por el pecado cometido contra el mismo Dios, el Altísimo, y que ha sido por obras que han dañado a otras personas, o a ti mismo. Dios quiere que tengas su Paz; y el sacerdote, yo, puedo y soy el puente, la vía, con que, Dios Espíritu Santo, viene a tu encuentro y, de ser un desgraciado, te devuelve la Gracia que perdiste al pecar. Oh, hermano mío, yo, sacerdote, y tú, un hijo de Dios, arrepentido de corazón, por haber sido malo.

Ser sacerdote, como yo soy, es ser menos que nadie, porque todo lo doy para que Dios sea hallado, amado, glorificado. Yo callo, y tú debes hablar con Dios, en el Sagrario, en la Confesión, en la Comunión. ¡Háblale!, que se quedó en el mundo, para oír tu oración.
Ve al Sagrario, y vacía todo tu dolor, ante el Rey, que es Dios.

P. Jesús

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