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6 de octubre de 2020

Martes 6 de Octubre de 2.020

Tiempo Ordinario/27º

Misal virtual de hoy AQUÍ

Evangelio:

San Lucas 10, 38-42

Libertad de expresión

38Yendo (Jesús) de camino, entró en una aldea, y una mujer, Marta de nombre, le recibió en su casa. 39Tenía ésta una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. 40Marta andaba afanada en los muchos cuidados del servicio, y, acercándose, dijo: Señor, ¿no te preocupa que mi hermana me deje a mí sola en el servicio? Dile, pues, que me ayude. 41Respondió el Señor y le dijo: Marta, Marta, tú te inquietas por muchas cosas; pero pocas son necesarias, o más bien, una sola. 42María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada.

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944) 

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

Libertad de expresión

Libertad de expresión y libertad de no escuchar, leer o ver la expresión que no te agrade, por mucho que quieran expresarla, que la expresen; pero a veces, en ese querer expresar, está realmente el deseo de querer cambiar, y cambia el que quiere.

Dios, Jesús, hablaba a María, la hermana de Marta, que le oía expresarse elocuentemente de las cosas del Reino de los Cielos. Dios, Jesús, vino al mundo a anunciar a todo el que quiera oír y saber, que Dios nos ama tanto, que dio a su Hijo, Jesús, Dios, para salvar al mundo del pecado. Dios vino precisamente a perdonar los pecados, a perdonarte a ti, que sufres y que estás muy asustado por las consecuencias de tu pecado, y no sabes ¡ni donde esconderte!, porque tienes miedo de la misma muerte.

Hijo, hija, haz como la hermana de Marta, como María, y póstrate a los pies del Sagrario y escucha la voz del Amado, que pronunciará por ti palabras bellas que te ayudarán a vivir una vida nueva, después de tomar fuerzas para irte a confesar de tus penas, de esos pecados que te condenan a una vida eterna en el Infierno, pero que por Gracia de Dios y tu deseo, puedes pedir perdón y empezar de nuevo, ¡cuantas veces haga falta!

Si has abortado a tu hijo, si no sabías lo que hacías, y a pesar de no saberlo, te convencieron y mataste al ser que llevabas dentro, si necesitas saber si Dios perdona esto, te lo diré: Sí.

Dios perdona tu aborto, y no sólo uno, sino a todos los hijos que hayas abortado, porque aunque te portaste mal, muy mal, queriendo o sin saber, lo hiciste, y segaste otra vida, quitaste la oportunidad de que otra persona, como tú, pudiera tener la dignidad de ver y sentir lo que es vivir fuera del maternal vientre, que es donde se crea la vida y la persona se forma físicamente.

Quiero decirte, quiero que sepas, que no tienes por qué temer, ¡jamás!, a que Dios te haga pagar esa muerte, esas muertes. Él, Dios, no es de esos que pisotean al vencido, al que ha sido vencido por el pecado cometido. Él, Dios, perdona y no te echa en cara nada; al contrario, a partir del momento que sales del confesonario y cumples con la penitencia impuesta, entonces, a partir de ese momento, toda tu vida cambia, y todo mal que tendrías que recibir, por tú haberlo dado, se vuelve en gracia, en paz de la buena, esa que sabes que te han quitado la condena.

Antes, te estaba hablando de que Dios hace sus cosas de tal manera, que de todo mal siempre acaba bien para el que hace bien; y, ¿qué mal ha hecho el bebé muerto?, ninguno; así, que si has abortado tú, no sufras por no saber si tu hijo se ha perdido el Cielo, porque Dios nunca hace pagar a la víctima el daño que le han causado; la víctima siempre es inocente, y en este caso, aún más, porque no era independiente, el bebé estaba metido en tu vientre, y ¿qué podía hacer él para escapar y vivir más?, nada, estaba en un lugar seguro para poder ir creciendo y formando su cuerpo, a base de dejar pasar el tiempo y permitir que la naturaleza siguiera su curso, pero tú decidiste, o decidieron por ti y permitiste, que esa vida terminara allí, y tu vientre fue su sepulcro.

A ese pequeño ser, Dios lo recogió de los brazos mismos de la Virgen María, que es Ella, siempre Ella, quien se ocupa de las víctimas del aborto provocado, porque, pobrecitos, ¡sufren tanto estos niños!

La Virgen es la Madre de todos los caídos, siendo víctimas de sus padres, que sin piedad alguna, dan muerte al inocente, dando fin así a la existencia de una persona que, como tú, quiere vivir y ser feliz.

Todos los abortados son felices en el Cielo; claro que les hubiera gustado estar en tu maternal regazo, pero no quisiste darle acogida, ni darle tus besos, preferiste matarlo para seguir recibiendo halagos; no quisiste cargar con un “muerto”, y cargaste con él, porque lo mataron dentro de ti; en tu vientre lo destrozaron, fuiste el campo de batalla de tu guerra personal entre el bien y el mal.

A ti, que eres asesina, Dios te ama, sí.

A ti, que eres parte de un asesinato, Dios te ama.

Pero hay que decir las cosas claras, y he querido hablarte con mis palabras, porque dicen que hay libertad de expresión.

Hay quienes se expresan matando, otros dando vida, y otros relatando, como hago yo.

Quiero, quise, que te arrepintieras de corazón, por eso dejé que mi voz expresara lo que necesitabas oír para hacer que tu corazón volviera a latir, porque estaba duro, ¡como una piedra!, desde el momento en que renunciaste a dejar vivir a alguien que, sin quererlo él, y sin quererlo tú, empezó a vivir y a formarse dentro de ti.

Algunos hablan con tanta compasión hacia la madre, que parece que quitan importancia al hecho de matar a un bebé antes de nacer, al hecho de abortar; y las cosas son como son, ni tú ni yo las podemos cambiar.

Como te decía antes, la Virgen María suplió tu regazo y acurrucó cerca de su corazón maternal al bebé abortado, cuando su alma regresó al Amado, a Dios que lo creó para que viviera, para que tuviera nombre y una identidad, una familia, un hogar, y una vida en la que luchar para dar amor y ser amado, porque todo bebé, todo recién nacido, lo primero que hace ES DAR AMOR; sí, tú también hiciste eso, antes de volverte en lo que te has vuelto. Siempre es tiempo de reaccionar y pedir perdón a Dios en confesión, y Dios carga con tus culpas; esa Cruz, allí, por tu aborto, es donde colocaste tú a Jesús, ¡que lo sepas!, que sepas que es por ti que murió, y por ti resucitó, para que puedas pedirle perdón en confesión y recibir la absolución, si estás realmente y verdaderamente arrepentida. ¡Cambia de vida, y Dios verá, sabrá, si ahora valoras la vida!

Sufres, ¡lo sé!, también sufrió tu bebé antes de morir dentro de ti. A él, Dios lo consoló, y a ti también lo quiere hacer, si acudes a pedir perdón en confesión y cumples con la penitencia.

Sufrirás, sí, es verdad, pero depende de tu humildad, y verdadera conversión de corazón; Dios, con su Gracia, aliviará tu carga, pero lo que sí que es seguro, es que si no te confiesas, si no pides perdón, si no sientes dolor por tu pecado de aborto, sufrirás, y Dios no podrá hacer nada por aliviarte, porque Dios no puede darte lo que no quieres, ¡el perdón!; si tú lo quisieres, Él te perdona siempre, pero si sigues diciendo que tenías que hacerlo, que no había otra opción, que la ley lo permite… entonces, ¿qué puedo decirte?… lo que dice la fe.

La fe se expresa libremente, y hay quien lo cree y quien no, porque la fe también es libre de expresión.

P. Jesús
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