Saltar al contenido

6 de julio de 2020

Lunes 6 de Julio de 2.020

Tiempo Ordinario/14º

Misal virtual de hoy AQUÍ

Evangelio:

San Mateo 9, 18-26

La fe de un padre

18Mientras (Jesús) les hablaba, llegó un jefe, y acercándosele, se postró ante Él, diciendo: Mi hija acaba de morir; pero ven, pon tu mano sobre ella y vivirá. 19Y, levantándose Jesús, le siguió con sus discípulos. 20Entonces una mujer que padecía flujo de sangre hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orla del vestido, 21diciendo para sí misma: Con sólo que toque su vestido seré sana. 22Jesús se volvió y, viéndola, dijo: Hija, ten confianza; tu fe te ha sanado. Y quedó sana la mujer en aquel momento. 23Cuando llegó Jesús a la casa del jefe, al ver a los flautistas y a la turba de plañideras, 24dijo: Retiraos, que la niña no está muerta: duerme. Y se reían de Él. 25Una vez que la muchedumbre fue echada fuera, entró, tomó de la mano a la niña y ésta se levantó. 26La nueva se divulgó por toda aquella tierra.

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944) 

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

La fe de un padre

Tu hija, tu hijo, está muerto a la fe, dejó de creer cuando alguien le dio lecciones de sexo, y desde entonces vive como muerto. ¡Qué triste es esto para un padre, para una buena madre!; luego pasaron los años y se mal casó, porque estando casado, sigue fornicando y ni respeta el sacramento matrimonial, incluso, ¡le da igual!…

Tú, padre, madre de fe, ve a la presencia de Dios, Jesús, y no escondas el pecado de tu hijo, de tu hija; y aceptando que es un pecador, una pecadora, dile a Dios que no te hace caso, que es más, te critica por tu fe y te llama retrasado y pasado de moda; tú calla y aguanta y reza, ora a Dios y dile, como este hombre importante del evangelio de hoy, dile así a Dios: “-Mi hija se acaba de morir, pero ven, pon la mano sobre ella y vivirá”. Y Él, Dios, Jesús, vendrá contigo, dentro de ti, después de confesar y comulgar, y llegará a la presencia de tu hijo, y cuando tú hables con tu hijo, con tu hija, con caridad, pero con la verdad, entonces, él, ella, verá en ti a Cristo, y sí, puede que te insulte, no te lo voy a negar, porque muchos insultaron e insultan a Dios cuando muestra la verdad, cuando dice que no se puede mirar a una mujer deseándola en su corazón, porque con eso ya se peca; y lo despreciaron también, cuando le presentaron a la mujer adúltera, y no la miró al rostro, sino que se puso a jugar con su dedo en la arena; haciendo otra cosa, daba a entender con sus obras, que no pensaba juzgarla, que no quería ni saber más de ella, que lo sabía de todos, por eso les dijo lo de la “primera piedra”, y enfadados, uno tras otro se fueron. Dios no va a nadie, ni tú puedes ir a nadie, teniendo a Dios contigo, a juzgarlo, a sentenciarlo, a asustarlo con una voz en celo, no, tú debes de ir como iba Dios, ¡con paz!, buscando tu propia salvación, negándote a pecar, resistiendo la mala tentación, como la resistió Jesús, Dios, cuando fue tentado por Satanás en el desierto. Tú, padre, madre, siempre habla claro pero con caridad; porque no es lícito hacer enfadar a nadie con el tono de tu voz o tus palabras de ira o rencor, porque muchos padres, cuando el hijo peca, se creen que el pecado lo han cometido ellos, ¡y no!, cada uno es dueño de su pecado, y Dios, Jesús, vino a llevárselos todos, todos los pecados de todos los pecadores de todos los tiempos, así que sabiendo esto, piensa bien, y verás que lo que tu hijo necesita es caridad, porque la salvación ya se la da Dios, y tú le diste la vida y el bautismo, y ahora y siempre, un buen ejemplo, y si no se lo diste, porque también eres pecador, entonces, únete de todo corazón a Dios, y sin juzgarte ni a ti ni a tu hijo, confía en el Amor, ¡en Dios!.

Cuántos van dormidos y parecen muertos, pero Dios dice: “la niña duerme”. Sí, tu hijo, tu hija, duerme en el limbo, donde parece que uno no se entera de nada y vive haciendo lo mismo que los demás, igual que todos, y pocos buscan la santidad. Tú, padre, madre, confía en Dios, y mientras pasa el tiempo de la esperanza, (que pueden ser largos años o cortos días, o semanas o meses; sólo Dios sabe cuándo), entonces coge, mientras corren los días, coge las cuentas de un rosario y ve rezando, unido a la Virgen María, para que Ella, la Madre de Dios, le suplique a su Hijo, Cristo, que te ayude con tu hijo, contigo; porque de todo lo que tú haces, tu hijo se entera, lo sabe, porque los hijos vigilan a los padres aunque estén lejos de ellos, y se acuerdan, aunque puede parecer que no, pero todos los hijos recuerdan a los padres y necesitan su amor, porque sin su amor, no tienen autoestima, por esto necesitan, o destruirte, o llegar a una reconciliación. Tú, aguanta, resiste, no pienses siquiera en la destrucción, porque tu hijo, tu hija, te necesita sano y fuerte, para seguirte, aunque diga que no, y él, ella, te seguirá, porque es lo natural, así que busca tu santidad, no sólo por ti mismo, sino por tu hijo, por tu hija, porque así se cambia el mundo, ¡desde la familia!

Tu fe será probada, padre, madre. También tu caridad.

P. Jesús
© copyright