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5 de octubre de 2020

Lunes 5 de Octubre de 2.020

Tiempo Ordinario/27º

Misal virtual de hoy AQUÍ

Evangelio:

San Mateo 7, 7-11

No eres tú único

(Dijo Jesús a sus discípulos): 7Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 8Porque quien pide recibe, quien busca halla y a quien llama se le abre. 9Pues ¿quién de vosotros es el que, si su hijo le pide pan, le da una piedra, 10o, si le pide un pez, le da una serpiente? 11Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre, que está en los cielos, dará cosas buenas a quien se las pide!

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944) 

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

No eres tú único

No te creas tú que eres el único que quiere prosperar en la vida y en la santidad, también otros quieren, y pocos lo han conseguido, porque la vida es una lucha siempre.

Podría haber hijos, que piensen que a sus padres les gusta vivir en la pobreza, que no les hubiera gustado que sus nombres hubieran salido en los periódicos de fama internacional, hablando hazañas de ellos. Te lo digo a voces, eso todos lo quieren, y es normal quererlo, porque quien hace el bien y lo bueno, tiene buena fama, tanta, que, pronto, ya empiezan algunos a tenerles envidia y a ponerles zancadillas para que no suban más que ellos, para que no ganen más dinero.

Hijo, tus padres, como tú, tenían grandes ideales, de hijos buenos, fuertes, sanos, sabios y santos; de casa grande y de propiedad, con piscina y lugar para practicar deportes e invitar a la familia y a los amigos a disfrutar de los bienes recibidos por un trabajo que les gustase y que tuviera éxito. Pero ya los ves, ambos, ya ancianos, o camino de serlo, con muchas deudas y grandes trabajos para pagarlas, con desengaños de personas que amaban y que los traicionaron. Tú piensas ahora, que les ha ocurrido sólo a ellos, pero que a ti no tiene por qué ocurrirte, y estás dispuesto a que no te pase; ellos también pensaron lo mismo, y míralos; ¡no escondas tu rostro a los que no han triunfado en todo!, porque Dios utiliza estos buenos deseos, de ser y tener, para ir perfeccionando a la persona, mientras va queriendo prosperar en todo lo que antes te he denominado, eso que tú estás dispuesto a obtener de la vida. Y lo obtendrás, como aún pueden obtenerlo tus padres, si persisten en sus sueños, que no pudieron lograr, o porque no supieron, o porque no soñaron, o porque les daba igual, o… os diré más, y que nadie se me enfade, pero algunos, algunos creen que ser santo va en contra a querer tener buena fama y dinero; pues os diré a los laicos, que eso es bueno; ¡ya basta de deformar la verdad e ir diciendo que Dios da sin hacer, sólo con preocuparse de la fe!; pero, pero, ¿cómo creéis que se propaga la fe?… Os lo diré, en el trabajo, con una labor bien hecha, digna de ser entregada a Dios; poniendo en todo, lo mejor que seas y tengas, y contando siempre con Dios. Pero algunos han ido propagando por ahí, que los laicos tienen que rezar y rezar, y trabajar poco y mal, por no tener tiempo de dedicarse a ello, ya que están rezando. ¡El trabajo bien hecho, ofrecido a Dios, también es oración!; y no hay ningún trabajo honrado que te aparte de Dios, ¡al contrario!, todo trabajo hecho con amor, bien hecho y ofrecido a Dios, te une al mismo Dios, que trabajó de carpintero, trabajo muy honesto, si se hace bien y sin abusar del precio.

Hijo mío, con tu trabajo bien hecho, puedes crear un imperio. Tendrás dificultades, ¡normal!, pero no te apartes de rezar y buscar siempre la santidad, y servir a todos haciendo el bien y lo correcto, aguantando los malos tiempos y resistiendo todo embate que te llegará, porque en la búsqueda de la felicidad, y la buena fama y el dinero, para darlo en caridad, el trabajo para los demás, da felicidad, y es perseguido por los envidiosos que no saben rezar bien y piden mal, y que en vez de obrar para prosperar, obran para que los otros no prosperen. Y el mundo está repleto de oportunidades para todo aquel que hace las cosas bien. Tú haz las cosas bien, respeta a todo el mundo, sin hacerles mal, y aceptando su mal, si quieren dártelo, confiando siempre en Dios, y encontrarás la oración perfecta en tu corazón, esa que Dios ve y se complace, si vive también en él, en tu corazón, y no sólo lo ve, como ve el corazón de todos, por ser Dios. Tú dale a Dios, parte en tu corazón, y Dios, viviendo allí, gozará de dicha y te dará la dicha de hacer realidad tus sueños, siempre que seas bueno.

P. Jesús
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