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4 de septiembre de 2017

Lunes 4 de Septiembre de 2.017

Evangelio:

San Lucas 4, 16-22.24-27-30

Llegó Jesús a tu vida

Luk 4:16 Vino Jesús a Nazaret, donde se había criado, y, según costumbre, entró el día de sábado en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura.
Luk 4:17 Le entregaron un libro del profeta Isaías, y, desenrollándolo, dio con el pasaje donde está escrito:
Luk 4:18 “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres; me envió a predicar a los cautivos la libertad, a los ciegos la recuperación de la vista; para poner en libertad a los oprimidos,
Luk 4:19 para anunciar un año de gracias del Señor”.
Luk 4:20 Y enrollando el libro, se le devolvió al servidor y se sentó. Los ojos de cuantos había en la sinagoga estaban fijos en Él.
Luk 4:21 Comenzó a decirles: «Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír».
Luk 4:22 Todos le aprobaban, maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: «¿No es éste el hijo de José?».
Luk 4:24 Jesús les dijo: «En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su tierra.
Luk 4:25 Pero en verdad os digo también que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses y sobrevino una gran hambre en toda la tierra,
Luk 4:26 y a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a Sarepta de Sión, a una mujer viuda.
Luk 4:27 Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue limpiado, sino el sirio Naamán».
Luk 4:28 Al oír esto se enojaron muchísimo los que estaban presentes en la sinagoga,
Luk 4:29 y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a la cima del monte sobre el cual está edificada su ciudad, para precipitarle de allí;
Luk 4:30 pero Jesús, atravesando por medio de ellos, se fue.

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944)

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

Llegó Jesús a tu vida

Y Jesús llegó a tu vida y cambió todos tus hábitos; ya dejaste de pensar en ti, sólo en ti, y pensaste en “nosotros”, en ti, unido a Dios y junto a todos, malos y buenos, porque Dios es Padre de todos; y ¿qué culpa tiene el padre, si algunos de sus hijos son malos?; ¿y qué culpa tienen los hijos, si sus padres son malos y sus madres los abortan?; pero así sucede en este mundo, donde el bien y el mal están en lucha continua, donde tú mismo luchas para poder perdonar a los que te agreden, a los que no te dejan vivir en paz, porque les da la gana, porque les molestas, porque te han utilizado; si eres padre, ya les has dado la vida; y si eres hijo, ya han demostrado que son capaces de procrear; y si eres hermano, ya pasó la edad de los juegos en comunidad. Hoy hay la realidad cruda y dura, de que no te quieren como eres, no te comprenden, porque no les interesa comprenderte; ni te buscan, porque gracias a sus palabras y hechos, te han debilitado tanto, que eres otro Job. Y como a Job, ¿recuerdas la historia?, Dios deja que Satanás te persiga y, mientras no te dé muerte, todo lo demás, puede intentar hacértelo; ¡y lo hace!, muchas veces, utilizando a los “amigos”, con sus sermones, con su prepotencia, resguardados en sus casas, mientras tú estás solo, agobiado, martirizado por ellos y sus consejos, que los dicen y se van, mientras tú sigues igual, sufriendo, ¡como Job!; y como Job, vendrá Dios a socorrerte, porque aguantas ¡tantos sufrimientos!, como es el mantenerse en silencio, delante de los prepotentes. ¡Hijo!, ¡cuánto sufre Dios por ti!. Mantente alerta, porque vendrá para ti la dicha, pero para tenerla, antes, Dios tiene que hacer limpieza en tu entorno, de estas malas personas que no quieren nada bueno para ti, ni lo esperan. Ya les diste lo mejor de ti, ya ellos están bien, después de “chuparte” la sangre, después de haber utilizado tus talentos, que ellos mismos debilitaron con sus lamentos, y luego, al entrar tú en tristeza, te arrinconaron y murmuraron contra ti, y aunque tú, en este proceso, tampoco fuiste siempre bueno, porque para el hombre, para la persona, es imposible ser siempre bueno y hacer el bien, y a veces caíste, ¡y bien hondo que lo hiciste!; pero te levantó tu humildad y esa santidad que persigues, y Dios te entrega, para tu bien y el bien de tu casa, de tu familia, y de cuantos te conocen. Yo te conozco también, por tus confesiones asiduas, por esas lágrimas que salen de tus ojos, tantas veces, delante del Sagrario; y yo, que estoy en la Iglesia, que soy sacerdote, te observo, y se enternece mi corazón; y me uno a tu dolor, y lo vivimos los dos, sin tú saberlo, porque me escondo, para que no sientas vergüenza de decirle a Dios que necesitas ayuda, que quieres su perdón y la fuerza de su Amor, en tu corazón. 

¿No sabes que el amor, que el que tú te sientas amado, hace que seas más fuerte de ánimo? Sí, el amor en este mundo, es necesario, por eso Dios lo da siempre, porque sin amor, no puedes vivir, ¡no vives!, ¡mueres! 

¡Ya basta!, deja que Dios te ame; ya te has confesado de tus pecados, ¡no pienses más en ellos!, porque el pecado, debilita; ¡necesitas la fuerza del Amor!
Si no quieres perdonar a quien te ofende, por haber sido ofendido antes por ti mismo, sin tú quererlo, o saberlo, pero así ha sido, entonces, ¿a quién piensas perdonar?… ¿a ti mismo?; y ¿si te ofendes a ti mismo, sin querer perdonarte?… Piénsalo.

La fuerza del Amor, sólo te llegará al corazón, cuando hayas perdonado, ¡cuando te hayas perdonado! 

No quiero que olvides, ni quiero que regreses a los que te han maltratado; eso, ni lo pide un tribunal civil, es más, cuando uno recibe maltrato, hay un juez que impone posibles reglas, como es la de no acercarse al individuo, a menos de 200 metros, por ejemplo. Y si la ley civil pide esto, ¿qué querrá Dios para ti, que llevas el peso del escarnio de muchos?… 

Si quieres, vas con ellos; si no quieres, no vayas, pero ¡perdónalos!, porque estás débil, sin fuerzas, y es porque, al no perdonarlos, el Amor de Dios lo tienes bloqueado en la entrada de tu corazón. Él, Dios, te ama, pero tú estás obsesionado con el daño recibido, y mantienes a Dios en la espera de tu puerta. 

¡Olvida!, olvida, no la fechoría, sino el daño recibido, y piensa que quizás lo tienes bien merecido, por haber confiado ingenuamente en quien no debías. Piensa que, seguro, tenías pistas para dudar de su amor, de su verdadera amistad e intenciones, pero como los necesitabas, pues, dejaste pasar ¡tantas cosas!, que se acumularon y desencadenaron estas derrotas tuyas que ahora padeces, y que dejaste pasar porque querías hacer proyectos tuyos, en los que necesitabas de ellos; pero, te lo digo, ¡sólo Dios basta!; no necesitas bajar la guardia y dejar entrar a los mediocres en tu corazón. ¡Arriba!, ¡pon el listón en alto!, porque con el Amor de Dios en ti, puedes llegar a las estrellas. 

Ese trabajo que necesitas y quieres, con Dios, puede ser tuyo. Reza, sueña, desea  y trabaja, pero perdona y perdónate. Empieza de nuevo a construir tu imperio, el imperio donde tú y sólo tú, DECIDES, porque eres libre, como lo son todos estos que ahora te han puesto en un rincón, y no quieren ni verte. Acéptalo, y deja que Dios te vea, ¡ve a su encuentro en la Eucaristía! Déjate amar por Dios, y ¡viva tu vida!!! 

Ánimo, todos los santos han sufrido tanto, hasta que aprenden a vivir con ello, con este sufrimiento, y entonces están gozosos de saber sufrir y continuar trabajando por su misión. Tú, únete a Dios, y disfruta de la lucha. 

¡Ánimo!, somos compañeros, también en esto; no sólo en la fe, sino en la lucha para seguir el Camino que Dios quiere. ¡Santo-a! 

Un abrazo.

P. Jesús

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