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4 de febrero de 2018

Domingo 4 de Febrero de 2.018

Misal virtual de hoy AQUÍ

Evangelio:

San Marcos 1, 29-39

Ve a la casa de los que sufren

29Saliendo Jesús de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés, con Santiago y Juan. 30La suegra de Simón estaba acostada con fiebre, e inmediatamente se lo dijeron. 31Él, acercándose, la tomó de la mano y la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles.
32Llegado el atardecer, puesto ya el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados, 33y toda la ciudad se reunió a la puerta: 34curó a muchos pacientes de diversas enfermedades y echó muchos demonios, y a éstos no les permitía hablar, porque le conocían.
35A la mañana, mucho antes de amanecer, se levantó, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba. 36Fue después Simón y los que con él estaban, 37y, hallado, le dijeron: Todos andan en busca de ti. 38Él les contestó: Vamos a otra parte, a las aldeas próximas, para predicar allí, pues para esto he salido. 39Y se fue a predicar en las sinagogas de toda Galilea, y echaba los demonios.

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944) 

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

Ve a la casa de los que sufren

Jesús, saliendo de la sinagoga, fue a la casa de Pedro y curó a su suegra. Tú, no tienes que vivir encerrado en el Seminario, tienes que salir, como hizo Jesús, Dios, porque el sacerdote debe imitar en todo a Jesús, Dios; y tú, para saber si podrás ser un buen sacerdote, ya en el Seminario, sal y ve a la casa del necesitado, ayuda a los que sufren: hombres, mujeres, niños, ancianos… Y diles cuánto los ama Jesús, diles que tú has decidido entregarle toda tu vida, y que necesitas de sus oraciones, y a cambio les darás las tuyas; y lleva un registro de almas por las que vas a rezar en particular; pon su nombre y lo que te pidan o lo que necesiten, y reza por ellos; y el día que estés abatido, ¡que tendrás estos días!, como todos, entonces, repasa con más detenimiento tu registro de almas, y verás ¡cuántos te necesitan!, y verás cuántos sufren, y sabrás que el sufrimiento no está sólo en los seminaristas, en los sacerdotes, sino EN TODOS, en todas las personas, porque todas sufren, y tú puedes aliviarlas con tu oración, con tus santas palabras y consejos; y cuando seas sacerdote, ayudarás con los sacramentos, ¡el no va más!, porque no hay nada más poderoso para aliviar a las almas, que los sacramentos; por eso son tan necesarios los sacerdotes, porque el mundo gime de dolor; ¡mira a tu alrededor!

Un buen seminarista, consuela, se hace pequeño, es humilde y consuela al que sufre, al que no sabe nada de Dios, al que odia a Dios, al que no tiene dinero, al que le falta fe. Por eso, hijo mío, estudia mucho, aprende mucho sobre Dios, y ve a la casa de los que sufren, con tu alegría, la del saber; porque sabiendo que el dolor y la muerte, todo eso pasará, y que hay una resurrección y una unión con Dios, que está en la otra vida, enseñarás a vivir con alegría las cruces de esta vida de aquí, para hacer méritos, que unidos a los méritos de Cristo, de la Virgen María, de la Iglesia Santa, te hacen ser dichoso de tener esta fe que compartes, que propagas, que vives y enseñas a vivir.

Hijo, ve practicando la caridad, dando esperanza de tu fe a los que sufren. ¡Hazlo y vivirás maravillas!

El Seminario es un buen lugar de aprendizaje. Prepárate bien, hijo, porque muchos van a necesitar de ti. Todos.

P. Jesús

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