Saltar al contenido

3 de diciembre de 2022

Sábado 3 de Diciembre de 2.022

Tiempo de Adviento/1º

Misal virtual de hoy AQUÍ

Evangelio:

San Mateo 9, 35-10,1.5a.6-8

Jesús te enseña

35Jesús recorría ciudades y aldeas enseñando en sus sinagogas, predicando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia.36Viendo a la muchedumbre, se enterneció de compasión por ella, porque estaban fatigados y decaídos, como ovejas sin pastor. 37Entonces dijo a los discípulos: La mies es mucha, pero los obreros pocos.38Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.

Mt 101Jesús, llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus impuros, para arrojarlos y para curar toda enfermedad y toda dolencia.

2Los nombres de los doce apóstoles son éstos: el primero Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, el de Zebedeo, y Juan, su hermano; 3Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; 4Simón el celador, y Judas Iscariote, el que le traicionó.

5aA estos doce los envió Jesús, haciéndoles las siguientes recomendaciones: 6id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel, 7y en vuestro camino predicad diciendo: El reino de Dios se acerca. 8Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, limpiad a los leprosos, arrojad los demonios; gratis lo recibís, dadlo gratis. 9No os procuréis oro, ni plata, ni cobre para vuestros cintos.

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944) 

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

Jesús te enseña

El tema que quiero tratar hoy, y que tan bien va con las palabras del Evangelio que hemos meditado y que nos inspira a compasión por tantos que no conocen a Dios, como tú. Ay, amigo mío, y a ti estimada amiga, qué tarde encontraste a Dios que pasaba siempre por tu vida, y no lo viste hasta que te has dado cuenta de que en verdad lo necesitas. Y es cierto: tú necesitas de Dios.

¡Cuántos errores has cometido en tu vida!, esos errores te hacen pasar malos momentos hoy en día, y ante todo debes aceptarlo, aceptar que muchas cosas por las que sufres hoy son a causa de tu mal proceder ayer, y anteayer, y hace un mes, seis, años atrás… Ven, que te quiero abrazar, quiero secar tus lágrimas y llenarte de esperanza.

Sí, ven. Ve a un sacerdote, que como yo, te comprenderá y te ayudará en cualquier triste situación en que te halles hoy.

Quiero llenarte de alegría, la alegría de la fe, diciéndote lo mismo, igual que hoy hemos leído en el Evangelio: «El Reino de los Cielos está cerca».

¡Es cierto!, lo tienes cerca de ti, Gracias a la muerte de Jesús, puedes salvarte, puedes llevar una vida digna, hayas cometido los errores que fueran, seas un delincuente, o una prostituta, tengas el sida, o una gran depresión suicida. Déjame decirte mientras te doy mi fraternal abrazo, de un hermano que ama, que te ama en Cristo, y mientras seco tus lágrimas que caen silenciosas de tu rostro, ¡tan amado por Dios!, te digo casi al oído, para que entre mejor en tu corazón, y dé de pleno en tus heridas contraídas precisamente por no haber amado a Dios sobre todas las cosas y personas; y habiendo amado más a las personas y a las cosas, ahora te hallas en esta situación desesperante, viviendo con una pareja, sin estar casados, o viviendo solo-a, y de vez en cuando compartiendo cama con quien te quiera entregar algunas caricias para sentirte amado-a.

Hijo mío, hija mía, yo te comprendo, y no voy hacer oídos sordos a tus lamentos, no voy a esperar que los que se acerquen a Dios, a la Iglesia, sean los perfectos, ¡los santos!, yo soy realista, y sé que tú necesitas de Dios, tú, precisamente tú que no tienes amor, que todo te ha salido mal, que vas de mal en peor, que no sabes qué hacer y que necesitando afecto, ahora vives en pareja, o tienes encuentros fortuitos para saciar tu sed de cariño.

¡Hijo-a!!!!! ¡Por Dios! lloremos los dos…

… … …

Mira, quiero enseñarte una imagen de la dulce María, la Madre del Niño Jesús, quiero que la mires conmigo, que juntos la miremos, mientras vemos que Ella, con el Niñito en brazos, está en la Cueva de Belén, y espera, espera en su pobreza a que la misma vida le enseñe el camino que tiene que seguir. Y va un Ángel, y le dice a su casto acompañante, a San José, le dice que deben partir a Egipto. ¡Qué lejos de todo y todos!…

Yo te mostraré tu Egipto, hijo, hija de Dios, e iremos los dos, porque yo no te dejaré, siempre podrás leerme en las meditaciones del Evangelio y en todo lo que escribo, para que no te sientas perdido-a, pero debes partir, porque aquí te persiguen tus errores, como al Niño Dios, le perseguía Herodes.

Si tienes pareja y no tenéis hijos, o los tenéis, plantearos el casaros, y si alguno de los dos antes se casó por la Iglesia, acuda al Obispado y pida revisión de su matrimonio, por si hubiera causas de nulidad. ¡Hazlo!, porque tu vida depende de ello. E insiste, hasta que acepten tu causa, porque tienes derechos como bautizado, ¡hazlos valer!, como hizo San Pablo a los romanos. Tú no eres menos que nadie que sea bautizado, aunque sea un sacerdote, un obispo o el mismo Papa, tú mereces ser tratado como lo que eres: heredero del Reino Celestial. Dios, Jesús, pagó un alto precio por tu rescate del Infierno, así que no nos vengan con excusas los eclesiásticos, ellos deben cumplir con su deber. Dios mandó a los suyos con poder de sacar demonios, y Dios dio a la Santa Madre Iglesia Católica las llaves de la Iglesia Celeste, allí donde TODOS los bautizados y los que aún no lo son, tienen derecho a ir; y la Iglesia tiene el DEBER, santo deber, de ayudar a las almas y, sobre todo, a las más necesitadas de la santa Misericordia de Dios.

Y pido además que ¡por Dios!, os enseñen lo que es el verdadero matrimonio católico, que muchos católicos no lo saben y, por no saberlo, cometen errores, errores que os pueden hacer sufrir mucho en esta vida y en la Otra.

¡Iglesia Santa!, Católicos, sed buenos los unos con los otros, y los que saben, que enseñen a los que no saben, y todos amaos mucho, y que digan de vosotros: “mirad cómo se aman”.

No tengáis miedo de los errores, de los pecados de unos y otros, porque ni uno es santo, ni uno es digno de ser llamado bueno, porque sólo uno es bueno, y este es Dios; todos los demás debéis ayudaros a no pecar, tenéis que hacer una sociedad donde el pecado desaparezca, debéis hacer un mundo nuevo, y ¡podéis!, ¡claro que podéis!, ¡con Cristo todo se puede!; Él, Dios, espera ayudaros, ¡quiere ayudaros!, pero… pero, ¿¡es que no hay hombres y mujeres de fe!?, ¿qué más os hace falta?, nada más.

Tenéis miedo, además de no tener fe, tenéis miedo. Vuestros errores os llevan atados como cadenas, vuestras pasiones son como un brebaje de brujería, que no os deja ser nadie; vais por la vida siendo nadie, ¡y sois verdaderos y legítimos hijos de Dios! Tenéis todas las ventajas de un Dios que vive, que está vivo, y ¡vais perdidos!

¡Por Dios!, salid de esta apatía en que os tienen los errores pasados. ¡Ya sé que habéis pecado!, ¡¡ya lo sé!!… ¿¡y qué!?, repito, ¿y qué?… Por Dios, hijo mío, hija mía, no tiene por qué ser siempre así; si te unes a Dios consagrándote a Él, viviendo para Él, que tanto y de verdad te ama, entonces… ¡Mira! Hay un futuro maravilloso para ti y para la humanidad entera, porque tú, sí, tú, puedes ayudar a Dios a que el pecado no se extienda más, a que se vaya reduciendo en la sociedad, y en vez de lujuria se viva el Amor Universal.

Deja que Dios te abrace en la Comunión. Ve a confesarte, sabiendo con certeza que Dios te ama, pasando lo que pases, viviendo lo que vivas, afrontando tus errores con las nuevas y maravillosas virtudes que puedes tener si quieres, porque tú puedes, si quieres. ¿Quieres?, di, ¿quieres disfrutar de la vida?…

Sigue leyéndome.

Te amo, unido a Dios con nosotros dos, tú y yo.

Deja que te ame, soy sólo un sacerdote que tiene vocación sacerdotal.

P. Jesús

© copyright