29 de agosto de 2017

Los justos, los buenos que tienen una vida recta y hablan de pureza, de honestidad, de fidelidad, y todo con caridad, ¡dan miedo a los herodes!, y eso que Herodes era el rey. Herodes mandaba ante todos, pero la autoridad moral de Juan, le influía en su conciencia; y sabiendo esto Herodías, su amante, pidió la muerte de Juan, para que el rey Herodes no se sintiera mal al fornicar con ella.

Hoy día, que parece que no hay moral, siguen los moralistas influyendo en las conciencias de los que, siendo reyes de sí mismos y no teniendo Dios, más que su egoísmo, se ven acusados por los bautistas, que acusan la inmoralidad en que viven esos monarcas del vicio. Y, como antaño, las rameras piden cortar la cabeza de los bautistas, para poder así seguir con su vida licenciosa de concupiscencias lascivas.

¿Qué ha cambiado hoy del Mal? Nada. Sigue haciendo de las suyas, viviendo en las personas, que sólo van a vivir menos de 120 años. Y, total, ¿qué será de ellos? Si no cambian, les espera el Infierno eterno, por muy bien que bailen ahora.

Amigos, el bueno sufre, pero también Herodes sufría en su conciencia. Todos sufren, unos por predicar el bien, otros por la prédica del bien. Y Herodías, sufría por no hacer el bien.

¿Quién gana? Gana siempre el que es bueno, porque en su conciencia, vive bien, y cuando muere, va al Sumo Bien, viviendo eternamente en el Bien del Amor de todo un Dios, que murió para que los malos, por su fe en Jesús, cambien de vida y se salven. Eso quiere Dios, que todos se salven, que los malos dejen de hacer el mal, y los buenos sigan haciendo el bien. Amén.