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28 de diciembre de 2016

Miércoles 28 de Diciembre de 2.016

Evangelio:

San Mateo 2, 13-18

Huida a Egipto y matanza de los niños inocentes

Mat 2:13 Cuando hubieron partido los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto, y estáte allí hasta que yo te avise, porque Herodes buscará al Niño para quitarle la vida».
Mat 2:14 Levantándose de noche, tomó al Niño y a la madre y partió para Egipto,
Mat 2:15 permaneciendo allí hasta la muerte de Herodes, a fin de que se cumpliera lo que había pronunciado el Señor por su profeta, diciendo: “De Egipto llamé a mi hijo”.
Mat 2:16 Entonces Herodes, viéndose burlado por los magos, se irritó sobremanera y mandó matar a todos los niños que había en Belén y en sus términos de dos años para abajo, según el tiempo que con diligencia había inquirido de los magos.
Mat 2:17 Entonces se cumplió la palabra del profeta Jeremías, que dice:
Mat 2:18 “Una voz se oye en Ramá, lamentación y gemido grande: es Raquel, que llora a sus hijos y rehúsa ser consolada, porque no existen”.

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944)

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

Huida a Egipto y matanza de los niños inocentes

Ya no existen los bebés abortados, ya no existen, han pasado a mejor vida, y otros van a pasar su eternidad en el Infierno, por ellos estar en mejor vida, la vida de la Gracia, por ser mártires de la fe, de la persecución a la fe de que Dios quiere vida y no muerte, de que Dios es un Dios de vivos, que ama tanto la vida, que se hizo Niño Dios, para venir al mundo en las entrañas de una madre: María. Ella fue su Madre, y es su Madre, y será su Madre; y los niños abortados son adoptados por la misma Madre de Dios, y por eso pueden ir al Cielo, porque los adopta una Madre y, al tener madre, tienen herencia. Si no fuera por la Virgen María, que es Madre de la fe y, que por su fe, adopta a todos los bebés abortados, no podrían ir al Cielo los niños que murieran sin el bautismo.

En cuerpo y alma, subió la Virgen María, Madre de Dios, al Cielo, para ser siempre y para siempre, la Madre de todas las almas a las que Dios da la vida; o sea, a todos los que viven, aunque sea un instante, en las entrañas de su madre, y después los maten con fármacos, o más tarde con el aborto.

Como Herodes, que en su orgullo y soberbia, hizo matar a los niños inocentes de Belén, así hacen muchos que, por su orgullo y soberbia de creerse dios, matan, asesinan a los bebés que, indefensos y desprotegidos, viven, tienen vida, en las entrañas de una mujer.
“¡Ay de las que estén encintas en aquellos tiempos!” De esas habla el evangelio, de las que abortan en los tiempos de la tribulación.

Atribulada está toda conciencia humana, por los deseos capitalistas de hacer dinero a costa de lo que sea, de quien sea, con lo que sea y como sea.

¡Madres! No lloráis como lloraron las buenas madres de Belén; vosotras, madres del siglo veinte y del siglo veintiuno, vosotras no tenéis conciencia, vivís muertas, estáis muertas en el espíritu. Os estáis acostumbrando al hábitat del Infierno Eterno, la soledad. Os estáis sentenciando al silencio de no ser nada, sólo cuerpo, sin siquiera sentimientos; sólo cuerpo, y el cuerpo muere y tú vas a ir al Infierno; y contigo, todo aquel que ha practicado o ha inducido a la muerte de un inocente. Porque así es la vida, sólo puede vivir en el espíritu, quien lo tiene y lo usa, y es el instrumento de su bondad. Tú que matas, no eres buena, no eres bueno; todo en ti, es maldad y soledad. Ya estás más que muerto, sólo hace falta que tu cuerpo deje de hacer sus funciones vitales, para que te encamines hacia el lugar del que ya perteneces: el Infierno; allí donde, los que como tú, han decidido ir, como tú que no tienes amigos, amigas verdaderas, ni gente que te ama; ni tu te amas siquiera; allí, como aquí, seguirás con tu derrota, la histeria de ser peor que un animal, la de ser alma infernal, que has matado a tus hijos, que has dado muerte al inocente, que no tienes nada más que cuerpo. Porque, a ver, dime ¿qué más tienes que no sea tu cuerpo? Nada. Nada tienes, ni nada tendrás jamás, porque no crees en la vida, no crees en ti misma, en ti mismo; no crees en otra cosa que no sea el dinero o el cuerpo, y ni lo uno ni lo otro traspasa jamás la valla de la muerte, todo eso se queda aquí. Ah, dices que no crees en nada. Eso es lo que te digo yo, que vas a seguir sin nada de nada, toda tu eternidad, en las llamas y el azufre y el dolor de no ser nada, no tener nada y no sentir nada, y aun así, sigues y seguirás viviendo eternamente, sin nada en el Infierno, donde Satanás gozará con tu nada, e incluso esto te usurpará.

Herodes sentenció a la muerte, a niños que vivían, y los hizo matar. Y Herodes también murió; ¿de qué le sirvió tanta muerte y sangre de inocentes derramada? De sentenciarse a la nada del Infierno, donde sigue viviendo por los siglos de los siglos. Amén.

Cúmplase siempre la voluntad de Dios, que castiga a los malos.

P. Jesús

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