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27 de noviembre de 2021

Sábado 27 de Noviembre de 2.021

Tiempo Ordinario/34º

Misal virtual de hoy AQUÍ

Evangelio:

San Lucas 21, 34-36

¡Vigílate!

(Dijo Jesús a sus discípulos): 34Estad atentos, no sea que se emboten vuestros corazones por la crápula, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, y de repente venga sobre vosotros aquel día 35como un lazo; porque vendrá sobre todos los moradores de la tierra. 36Velad, pues, en todo tiempo y orad, para que podáis evitar todo esto que ha de venir, y comparecer ante el Hijo del hombre.

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944) 

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

¡Vigílate!

Hermano; ¿dónde están tus deseos?… Allí estará tu corazón; y si tu corazón está afanado por las cosas de este mundo, dejarás de confiar en Dios, te harás dios de tu vida y todo te irá de mal en peor, porque nadie es dios, ¡ni tú!

Tú, hermano, hermana, vive la fe, ¡deja que Dios te haga santo!, y te hará santo mientras haces rendir tus talentos y con ellos trabajarás, tendrás tus ocupaciones que te proporcionarán dinero para tu sustento, y cumplirás con tu servicio al servicio de los demás, y en todas tus relaciones tendrás paz, mientras no destrones a Dios, Uno y Trino de tu corazón.

Vigílate, no sea que confundas los sentimentalismos con el amor, porque tienes que cuidar de tu corazón, no puedes permitir que entre en él cualquier cosa que el cuerpo desee, porque tú has venido a este mundo a llenar tu corazón del amor de Dios. Dios te creó y naciste a la vida, vacío tu corazón, sin saber, de bebé, a quien amar. Amaste a tus progenitores y luego conociste a otra gente, que le diste permiso a tu corazón el quererlos, el desear que estuvieran allí, en tu corazón, porque te gustaban por algo que te daban o te hacían sentir. Los animales suelen querer a quien les da alimento, y por el alimento recibido, dan muestras de su afecto; así hacen muchas personas también, que sólo saben querer por lo que les ofrecen, por lo que les hacen sentir algunos con su presencia, con sus palabras, con lo que les ofrecen o que, sin ofrecerlo, lo pueden obtener, como el que quiere a una persona que físicamente es muy bella, porque sólo al verla se enciende su corazón de “mariposas”, y esto no es amor, es una declaración de “te quiero”, de querer lo que el otro es, y el tenerlo le daría un placer a su propio yo, pero realmente lo que quiere es lo que le hace sentir, vivir, esa persona; sea por su cuerpo, sea por el dinero que tiene y le puede dar, sea por el prestigio social, la fama, etc.

Amar, el que ama a Dios, a ese Dios que no se ve, y está en todo lugar, a ese Dios cubierto de llagas y cicatrices por el dolor recibido por tus pecados, amar a Dios que te ofrece su amor y pide tu fe, y tu imitación a Él, a Cristo Rey, más bien es llenarte de renuncias y buscar el bien para darlo a todos y sirviendo con él, con el bien, al Sumo Bien, a Dios, que todo lo hizo bien, que todo lo hace bien, y que creyendo en Él, ves que todo es Providencial.

Si amas a Dios, verás todas tus cosas, las que recibes y las que das, como algo providencial; incluso tus pecados pasados y confesados, han sido providenciales para algún bien a ti u a otros, o tenían que haberlo sido así, de haber, los otros, aprendido de tus pecados, de haberlos afrontado dándote el bien, sin que tu mal los amedrentase de hacer el bien. Al igual que tú con los demás, que sus pecados no te han decepcionado, ni los has juzgado, es más, te han mantenido con los ojos bien abiertos para no caer tú en ellos, en sus pecados, y además les has dado el bien, venciendo a tu dolor, a tu rencor, a tu ira y a todo mal que los pecados cometidos encienden en los que los ven, los saben, los propagan, y muchos, tantos, los agrandan y aprovechan para calumniar y querer hundir al pecador, pecando ellos, por su pecado, el que les han dado, el que han observado. Tú, hijo, hija, ¡vigílate!…

Porque Dios te ama.

P. Jesús

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