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21 de marzo de 2016

Lunes 21 de Marzo de 2.016

Evangelio:

San Juan 12, 1-11

Jesús en Betania

Joh 12:1 Seis días antes de la Pascua vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos.
Joh 12:2 Le dispusieron allí una cena; y Marta servía, y Lázaro era de los que estaban a la mesa con Él.
Joh 12:3 María, tomando una libra de ungüento de nardo legítimo, de gran valor, ungió los pies de Jesús y los enjugó con sus cabellos, y la casa se llenó de olor del ungüento.
Joh 12:4 Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que había de entregarle, dijo:
Joh 12:5 «¿Por qué este ungüento no se vendió en trescientos denarios y se dio a los pobres? »
Joh 12:6 Esto decía, no por amor a los pobres, sino porque era ladrón, y, llevando él la bolsa, hurtaba de lo que en ella echaban.
Joh 12:7 Pero Jesús dijo: «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura.
Joh 12:8 Porque pobres siempre los tenéis con vosotros, pero a mí no me tenéis siempre».
Joh 12:9 Una gran muchedumbre de judíos supo que estaba allí, y vinieron, no sólo por Jesús, sino por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos.
Joh 12:10 Los príncipes de los sacerdotes habían resuelto matar a Lázaro,
Joh 12:11 pues por él muchos judíos iban y creían en Jesús.

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944)

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

Jesús en Betania

Entonces dijo Jesús: “Dejadle que lo emplee para el día de mi sepultura, porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a Mí no siempre me tenéis.”

¿No fue duro el corazón de Jesús, y egoísta? Él, que amaba a todos, deja que se gaste tanto dinero para Él, y en una cosa tan efímera como es el perfume; ya que si fuera una prenda de vestir, aún queda y puede darse a otro, pero el perfume se pierde.

Vamos, os dejo pensar, y luego prosigo…

… … … …

Dios, Jesús, cuando recibe un regalo o una palabra, mira de quién lo recibe, y jamás Dios daña a nadie; ni a la pobre María, hermana de Lázaro, dañó. Porque Dios compensa y premia el amor. Dios hizo todo lo creado, todo lo que ves y no ves, y está interesado en ti, precisamente en ti, aunque te gastes trescientos denarios en perfume. Él, Dios, jamás renuncia a tus regalos, siempre acepta lo que le das, porque Dios ve tu corazón.

¿Por qué tienes casa y coche? ¿Por qué no aceptas otra vivienda de inferior calidad y repartes el dinero con los pobres? ¿Por qué no vas a pie, o en tren, y das tu dinero a los pobres? ¡Que se pare el progreso, que no se invierta en él, ni en medicinas, para dar dinero a los pobres! Que no se hagan biblias ni catecismos, y se dé el dinero a los pobres. ¿Queréis eso? Eso decís que queréis, cuando juzgáis a la Santa Madre Iglesia, de todos los tesoros o riquezas que tiene, y le exigís que los de. Y ¿qué comerán mañana los sacerdotes, los que te dan a Dios en el pan de la Eucaristía? ¿Cómo pagarán los gastos de su casa y del trasporte para ir a la Iglesia a celebrar la Santa Misa, o a visitar enfermos?

Dices que gastan demasiado. Y lo dices tú, precisamente tú, que tienes tantos gastos innecesarios.

No digo que ellos, que algunos, no hacen lo que deberían hacer; pero tú tampoco lo haces a veces. Dá tú ejemplo y empecemos a cambiar el mundo.

Es duro saber del propio Dios, Jesús, el que siempre habrá pobres; y que no siempre a Dios lo tendrás a mano; llegará el día de tu juicio personal, y ya no podrás decidir seguir a Jesús, ya no podrás decidir amarle y servirle, y dar de lo tuyo al necesitado.

Aprende a sufrir, aprende a servir, aprende a no juzgar y aprende a dejarte Amar por Dios, Jesús, que acepta que malgastes, según los judas, tu dinero en regalos para Dios, cuando los pobres no tienen para comer.

Dios acepta tus regalos, y acepta esos primeros, esos que das, cuando aún no has cambiado, cuando aún no has aprendido de Él, de Dios, que pasó su vida en la pobreza y haciendo el bien. Él sabe que eres imperfecto y que, en tú imperfección, le regalas a Dios de lo que tienes, y ahora tienes perfume, porque antes de conocer a Dios lo compraste, pero, a medida de tu trato con Jesús, Él, Dios, te irá enseñando, y tú irás aprendiendo a imitarle, y entonces no será perfume para Dios lo que le entregarás, sino que le darás tu servicio desinteresado, y dinero y ayuda al necesitado. Pero hoy, como María, la hermana de Lázaro, no te has dado cuenta de que Dios te está enseñando, al aceptar tu regalo.

Y hablando de las riquezas de la Iglesia, os aseguro que, casi su totalidad, la totalidad de las riquezas que posee, han sido dadas por personas que aún no amaban a Dios sobre todas las cosas, porque hay muchos que dan, porque su conciencia les condena, y la Iglesia, como Dios, como Jesús, acepta, acepta recibir de ti lo que tienes, para que luego continúes dando de lo que te da, al haber tú dado primero de lo que tienes.

Es maravilloso el romance entre Dios y la criatura, entre la Iglesia y las personas; es un acercamiento, es un intercambio de: “Te doy Dios, para que me des”; y Dios recibe, porque quiere que te acerques; y la Iglesia acepta el dinero de los no creyentes, de los que están buscando a Dios y sólo tienen, de momento, dinero; acepta la Iglesia lo que quieres darle, para que luego aceptes lo que tiene: santidad, cruz, servicio; las llaves del Reino.

Hoy me estoy alargando mucho, perdóname, sé que tienes poco tiempo, pero te has acercado a mí y me has dado tu amistad, y yo quiero corresponderte con lo que tengo, con lo que comparto con mi amada Iglesia Universal. Soy de Cristo y te doy a Dios.

Amémonos con lo que somos y, unidos al Padre, seamos amigos para siempre, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, en la palabra y en la soledad. Acéptame. Me aceptas, cuando aceptas a Dios, porque soy sacerdote por su Amor, por amor. Te amo y amo a Dios; amémonos porque el Amor es lo que tengo, sólo esto, todo lo demás es tuyo, porque todo lo que tengo es de la Iglesia, tuyo es, pues. Acepta a este sacerdote que te comprende bien, que no te juzga y te enseña, porque aprendió de Dios y su Iglesia.

¡Viva el Papa!

P. Jesús

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