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2 de febrero de 2015

Lunes 2 de Febrero de 2.015

Evangelio:

San Lucas 2, 22-35.39-40

Simeón tuvo revelación del Espíritu Santo

Luk 2:22 Así que se cumplieron los días de la purificación, conforme a la ley de Moisés, los padres de Jesús le llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor,
Luk 2:23 según está escrito en la ley del Señor que “todo varón primogénito sea consagrado al Señor,”
Luk 2:24 y para ofrecer en sacrificio, según la ley del Señor, un par de tórtolas o dos pichones.
Luk 2:25 Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, justo y piadoso, que esperaba la Consolación de Israel, y el Espíritu Santo estaba en él.
Luk 2:26 Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Cristo del Señor.
Luk 2:27 Movido del Espíritu Santo, vino al templo, y al entrar los padres con el Niño Jesús, para cumplir lo que prescribe la ley sobre él,
Luk 2:28 Simeón le tomó en sus brazos, y, bendiciendo a Dios, dijo:
Luk 2:29 Ahora, Señor, puedes dejar ir a tu siervo en paz, según tu palabra;»
Luk 2:30 porque han visto mis ojos tu Salud,
Luk 2:31 la que has preparado ante la faz de todos los pueblos,
Luk 2:32 luz para iluminación de las gentes, y gloria de tu pueblo, Israel.
Luk 2:33 Su padre y su madre estaban maravillados de las cosas que se decían de El.
Luk 2:34 Simeón los bendijo, y dijo a María, su Madre: Puesto está para caída y levantamiento de muchos en Israel y para blanco de contradicción;»
Luk 2:35 y una espada atravesará tu alma, para que se descubran los pensamientos de muchos corazones.
Luk 2:39 Cumplidas todas las cosas según la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a la ciudad de Nazaret.
Luk 2:40 El Niño crecía y se fortalecía lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba en El.

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944)

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

Simeón tuvo revelación del Espíritu Santo

Esperó confiadamente Simeón, que se cumpliera la revelación que del Espíritu Santo recibió, porque la paciencia y la perseverancia es probada por Dios.

Ten paciencia, amigo, no te agobies queriendo que todo esté ya bien en tu vida, porque no hay en este mundo ni un día bueno para todos, siempre hay sufrimiento en algún lugar, dolor en algún corazón, y los que aman a sus semejantes como a sí mismos, estos no pueden ser felices, como manda la felicidad mundana, esa felicidad egoísta de “yo estoy bien, pues, todo va bien”; y no, no, hay gente, hermanos en la fe, que sufren; muchos no llegan a fin de mes, otros, ni a primeros de mes, pueden tener lo necesario; debemos ayudarles rezando, hay que confiar en Dios que todo lo puede, pero hay que pedírselo, Dios quiere que le tengas confianza y se lo pidas. Recuerda, tantas veces como decía Jesús: “¿qué quieres?”; no lo olvides, por favor, no olvides que Jesús, Dios Hijo, está pendiente de ti; es su manera de ser, lo estuvo y lo está, porque está vivo en la Comunión. Ve a Misa y comulga, y dile de tú a tú, lo que necesitas, pero tienes que estar limpio de pecado para poder comulgar, es necesario estar limpio de pecado para que Dios pueda entrar en ti, en el templo de tu cuerpo. Así lo quiere Él, y no cambia de parecer, digan lo que digan algunos, que no comprenden que el amor de Dios lo tienen todos, pero la unión física en la Santa y Sagrada Eucaristía, tiene que ser en sus condiciones, y es que le demuestres tú su amor a Él, librándote del pecado cometido por ti, yéndote a confesar primero, antes de ir a comulgar.

No hagáis sacrilegio.

La doctrina está clara, dice que para recibir a Dios, uno tiene que estar libre de pecado mortal, y los pecados son no cumplir con los diez mandamientos; tienes que saberlos, tienes que hacer examen de conciencia, y si has pecado, pide perdón a Dios, yéndote a confesar con un sacerdote católico, que tiene el deber de guardar el secreto de confesión, si no él peca contra Dios. Confía en la Iglesia Católica, que tiene las llaves del Cielo, y es este Reino de los Cielos, la tierra prometida para los vivientes que aman a Dios sobre todas las cosas y personas, y a sus semejantes como a sí mismos. Paz y bien, bondad por caridad, que la caridad es hacer las cosas, decir las cosas, por amor a Dios; y ten también humildad, sabes que necesitas de Dios, que sin su amor no vives bien, porque Dios te Ama. Mañana te lo contaré. ¡Ven mañana a leerme otra vez! Ven.

P. Jesús

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