Saltar al contenido

17 de agosto de 2016

Miércoles 17 de Agosto de 2.016

Evangelio:

San Mateo 20, 1-16a

Los jornaleros de la viña

Mat 20:1 Dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Porque el Reino de los Cielos es semejante a un amo que salió muy de mañana a ajustar obreros para su viña.
Mat 20:2 Convenido con ellos en un denario al día, los envió a su viña.
Mat 20:3 Salió también a la hora de tercia y vio a otros que estaban ociosos en la plaza.
Mat 20:4 Díjoles: «Id también vosotros a mi viña, y os daré lo justo».
Mat 20:5 Y se fueron. De nuevo salió hacia la hora de sexta y de nona e hizo lo mismo,
Mat 20:6 y, saliendo cerca de la hora undécima, encontró a otros que estaban allí, y les dijo: «¿Cómo estáis aquí sin hacer labor en todo el día?».
Mat 20:7 Dijéronle ellos: «Porque nadie nos ha ajustado». Él les dijo: «Id también vosotros a mi viña».
Mat 20:8 Llegada la tarde, dijo el amo de la viña a su administrador: «Llama a los obreros y dales su salario, desde los últimos hasta los primeros».
Mat 20:9 Vinieron los de la hora undécima y recibieron un denario.
Mat 20:10 Cuando llegaron los primeros, pensaron que recibirían más, pero también ellos recibieron un denario.
Mat 20:11 Al cogerlo murmuraban contra el amo,
Mat 20:12 diciendo: «Estos postreros han trabajado sólo una hora, y los has igualado con los que hemos llevado el peso del día y el calor».
Mat 20:13 Y él respondió a uno de ellos, diciéndole: «Amigo, no te hago agravio: ¿no has convenido conmigo un denario?
Mat 20:14 Toma lo tuyo y vete. Yo quiero dar a este postrero lo mismo que a ti.
Mat 20:15 ¿No puedo hacer lo que quiero de mis bienes? ¿O has de ver con mal ojo porque yo sea bueno?».
Mat 20:16a Así, los postreros serán los primeros, y los primeros, postreros».

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944)

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

Los jornaleros de la viña

Tú no eres tan bueno como te crees, si crees que los pecadores arrepentidos no pueden tener el mismo pago que tú: el amor de Dios, eternamente.

Ya me estás celoso, indagando si ése y ése y ése otro, han pecado más que tú.

Pero… pero, ¿Es que crees que Dios hace acepción de personas?

¡Vaya! Qué poco y qué mal conoces a Jesús.

En vez de mirar la vida de los demás y criticarla, piensa en la suerte que has tenido de tus propias circunstancias, que te han mantenido a bien con Dios, y si Dios ha permitido que no pecaras más de lo que has hecho, es porque sabía que hubieras sucumbido a la tentación y no hubieras tenido la fuerza y la moral de otros para levantarte. ¡Entérate! No has caído, porque Dios no lo ha permitido, porque sabe Dios que tú, tú, no te hubieras levantado. A los que permite caer y perderse, es porque sabe que podrán levantarse y, si no se levantan, es porque no quieren, porque Dios no engaña jamás, ¡jamás!, y dijo que No permite la prueba más que la que podamos resistir, para ser santos al final. Que también es de fe, saber que Dios, Jesús, nos juzga al final de la vida, y no cada día, como haces tú con los demás; en cambio, con tus pecadillos, que son pecadotes, tienes miles de excusas. Que lo sepas, hay muchos sacerdotes en el Infierno, y lo tenían todo para salvarse. ¡Ya ves! Imagínate tú, pues si ya incluso hay peligro de muerte y vida eterna en el Infierno para los sacerdotes, ¡Ya puedes empezar a correr, para que el diablo no te alcance en tu mala fe!

Eso es lo que tenían los jornaleros, mala fe.

Tampoco me seas ingenuo y digas que tratas con los pecadores empedernidos, porque esperas que se arrepientan; y mientras… ¡viva la vida!  Excusas para llenarte de pecado, con la imaginación de los pecados que cometen otros. Eso es lo que hace el que se queda al lado del pecador, con excusas de buen samaritano.

¡Vamos, vamos!

Ni tanto, ni tan poco.

Ve a Dios y déjate de mirar si unos trabajan más o menos en la santidad. Que cada quien tiene sus miserias, y muchos pecados son de pensamiento y omisión; de estos, está el Infierno casi lleno; los otros, lo llenan el amor al dinero y no a Dios, y la lujuria. Ves, la lujuria no va en cabeza a las llamas, le gana el dinero y las consecuencias de los actos que se hacen para poseerlo.

Deja de mirar a los demás; arrodíllate y da gracias a Dios porque, sabiéndote débil de empleo en su viña a primera hora, te mantuvo ocupado, porque te conoce demasiado, y tú, tú, el que vas de gran santo, hubieras caído y no te hubieras levantado.

Da gracias al Cielo, de tener un Padre tan bueno: ¡Dios!

Y dáte más a la oración y acción de gracias y, siendo humilde, sirve a los demás, a esos que llegan tarde a la plaza, a estos que son contratados a última hora y se han perdido las delicias de la siembra de la mañana, del medio día y la tarde; no han oído la voz del gallo cantar por la mañana, ni han sentido el olor del sol acariciar el trigo; se han perdido las delicias de los cantos mañaneros, cuando las vírgenes van a buscar agua a la fuente del pueblo y cantan salmos con sus voces tempranas de mujeres santas. Se perdieron en los abrazos de las furcias, con los besos de las rameras y la mujer adúltera; jugaron a cartas, y sus apuestas fueron ganadas por otros, con dados trucados, y riendo con vino y mujeres, se dieron a la holgazanería, y pervirtiendo su cuerpo; no saben reconocer ni elegir por mujer, a una niña buena, de una zalamera mujer pública. Y lloran y lloraron, y se perdieron los callos en las manos del duro trabajo y la comida al raso, a la sombra de un gran árbol.  ¿Y eso es lo que celas? Ah, dices que me equivoco, que celas porque Dios les da el Cielo, no su pecado. ¡Hablemos claro! Soy confesor, soy sacerdote, y te diré que, si celas, no es por el premio que Dios dará a otros, sino por no haber vivido lo que ellos vivieron y luego se arrepintieron, porque crees que gozaron derramando sus fuentes y dando hijos que se malograron. ¡Tú no sabes nada! ¡Nada! Mejor ¡cállate! Y ora, porque, gracias a Dios, fuiste trabajador al despuntar el alba. Dios te ama tanto, que te quiso santo, sabía que, de probar el pecado, le habrías dejado, no habrías tenido suficiente humildad para irte a la plaza a la hora nona, cuando ya casi se regresa del campo, para el descanso del bien merecido trabajo de evangelizar con el ejemplo y cuidando de la tierra de donde saldrá el pan que alimenta y sana.

Vete tranquilo, sé que has sufrido por lo que te he dicho, pero ha sido bueno para ti; ahora serás mejor, y dará más fruto tu labor. ¡Ánimo! Que es bueno saber la verdad y comprender lo mucho que Dios te ama, tanto como a todos tus hermanos. ¡¡Trabaja!!

P. Jesús

© copyright