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16 de diciembre de 2020

Miércoles 16 de Diciembre de 2.020

Tiempo de Adviento/3º

Misal virtual de hoy AQUÍ

Evangelio:

San Lucas 7, 19-23

Bienaventurado el que no se escandalice de Mí

19(Llamando Juan a dos de sus discípulos) Los envió al Señor para decirle: ¿Eres tú el que viene o esperamos a otro? 20Llegados a Él, le dijeron: Juan el Bautista nos envía a ti para preguntarte: ¿Eres tú el que viene o esperamos a otro? 21En aquella misma hora curó a muchos de sus enfermedades y males y de los espíritus malignos, e hizo gracia de la vista a muchos ciegos, 22y, tomando la palabra, les dijo: Id y comunicad a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados; 23y bienaventurado es quien no se escandaliza de mí.

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944) 

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

Bienaventurado el que no se escandalice de Mí

Os diré una cosa que quizás no la habéis pensado, pero… ¿creéis que todos los milagros que ha hecho Dios, y que hace Dios, los que los reciben, los quieren? A veces, hay enfermos que, no creyendo en Dios, no piden curarse, y otros que han pedido por ellos, reciben de Dios, por su fe, el milagro de la curación; y entonces los curados, sabiendo que se han curado por milagro, porque alguien ha pedido por ellos, algunos, se enfadan con los que con fe han pedido por su curación, y habiendo pedido con fe, Dios los ha curado.
Estás escandalizado.

No te escandalices del poder de la fe y la caridad de Dios. No te escandalices de Dios, que amándote a ti, cura al otro; o aparta a uno del mal y, ése quería revolcarse en la fornicación, en el mal que deseaba en su corazón, pero que por la fe de otro-s, Dios lo aparta de pecar y de la muerte segura para toda la eternidad; y él se enfada y gime y solloza por no tener la fornicación que deseaba en su corazón.

Dios es Dios, y lo que quiere es tu salvación, y no que goces del sexo ilícito, por la pasión descontrolada de una obsesión meditada de día y de noche, para tener, y querer poseer ese cuerpo que te ha trastocado el entendimiento. Si está muy claro; si es no, es ¡no!, si una persona no te conviene, no hay más que pensar en ella; la olvidas, ¡y basta! ¿Tanto te cuesta aceptar la libertad de los demás? Si esta persona está casada, ¡déjala!

Muchos hay que, cuando le quitan algo, se enfadan, y, en cambio, comprenden que, por este mal llamado amor, se le quite a un cónyuge lo que le pertenecía.

Hay quien “¡su matrimonio es sagrado!”, pero aceptan que su hermano fornique con una mujer de otro, con hijo-s de otro. A ellos, ¡que nadie les toque su matrimonio!, pero ellos permiten los deseos y obras lascivas de un cuerpo que se dió a otra persona libremente y que le dio hijo-s. ¿Qué pasaría si tu cónyuge te fuera infiel?, ¿Si, aun teniendo hijo-s, fornicara con otro?… Entonces, por qué permites que tu hermano-a, que tu cuñado-a, haga esto que tu no soportarías que tu cónyuge hiciera contigo. ¡¡Falso-a!!

Es un escándalo que permitas que tu hermano fornique y que hables con la mujer, que casada con otro, fornica con él; y le seas simpático-a, y le haces gracias a sus fornicaciones, o con el novio-a, ¡que se casen!

Tú quieres para ti y tus hijos, santidad, y como te crees mejor que otros, les dejas que forniquen, mientras tú no aceptarías el adulterio de tu marido o de tu mujer, o en tus hijos. Esto lo hacen muchos católicos de boquilla, que permiten la fornicación de sus hermanos y la santidad a sus cónyuges. Ay de vosotros, pudiera llegar a pasar que lo que permitís a otros, os pase a vosotros, y luego ¿qué?, ¿lloraréis?, ¿por qué?… Si fuérais equitativos con vuestro hermano, entonces estaríais contentos de la nueva pareja de tu cónyuge. Así son las cosas, de los que a hierro matan, que a hierro mueren.

Lo que no queráis para vosotros, no lo aceptéis de nadie. ¡De nadie! Es preferible que os apartéis del lujurioso-a, porque sinó, tendréis que aceptar la fornicación en vuestro esposo-a. Así son las reglas de la conciencia, y la segunda máxima impuesta por Dios: el que ames a los demás como a ti mismo-a.

Empieza a revisar tu código de moralidad, no sea que te veas teniendo que compartir tus hijos con otro-a.

Y no te creas tú mejor que otros que tratas y das tu visto bueno, porque los hijos van a pedirte, a exigirte, que cumplas con ellos y su libertad, como lo haces con tu hermano-a, y entonces ¿qué les dirás?: “¡es pecado fornicar!”. No entenderán tus palabras, porque los hechos que has obrado, metiendo en tu casa a personas que, sin ser casadas, fornicaban y reías con ellos, luego vas a llorar por los hechos de los que realmente amas, tus hijos, y tengan una conducta insana e inmoral. Y esperemos que no aborten, porque no te creas mejor de los que, en sus circunstancias de pecado, que otros aplauden, aborten el fruto de la fornicación y no del amor humano. Te aviso, porque a veces me parece que realmente te crees mejor que otros y crees que tu cónyuge y tus hijos van a ser mejores que otros; pero muchos que se creían mejores, han hecho cosas peores, y empezaron permitiendo el escándalo.

No te escandalices de Dios, de Jesús, que curó a los enfermos. Tú, haz como Él, y, a los que están enfermos en su moral, cúralos, o por lo menos, apártate de ellos, porque te pueden contagiar a ti, a tu cónyuge o a tus amados hijos. Luego llorarás. Que quede claro que te he avisado. No me hagas llorar más.

P. Jesús

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