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14 de noviembre de 2016

Lunes 14 de Noviembre de 2.016

Evangelio:

San Lucas 18, 35-43

El ciego de Jericó

Luk 18:35 Acercándose Jesús a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna.
Luk 18:36 Oyendo a la muchedumbre que pasaba, preguntó qué era aquello.
Luk 18:37 Le contestaron que era Jesús Nazareno que pasaba.
Luk 18:38 Él se puso a gritar, diciendo: «Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí».
Luk 18:39 Los que iban en cabeza le reprendían para que callase, pero él gritaba cada vez más fuerte: «Hijo de David, ten piedad de mí».
Luk 18:40 Deteniéndose Jesús, mandó que se lo llevasen, y cuando se le hubo acercado, le preguntó:
Luk 18:41 «¿Qué quieres que te haga?» Dijo él : «Señor, que vea».
Luk 18:42 Jesús le dijo: «Ve, tu fe te ha salvado»,
Luk 18:43 y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Todo el pueblo que esto vio, daba gloria a Dios.

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944)

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

El ciego de Jericó

Este conocido tuyo, pregunta, quiere saber de qué vive tu fe, de qué se alimenta. Y tú le dices: de Cristo que pasa.

Y él, dice que quiere verlo, que le lleves donde está, y, ¿adónde le vas a llevar tú?… ¿A tu casa?… Bueno, dime, ¿por qué a tu casa, y no a la Iglesia? ¡Ah! Dices que tu casa, que en tu hogar, te has tomado en serio eso que pide la Santa Madre Iglesia Católica, de que hagas con tu cónyuge una iglesia doméstica. Pues… me parece bien, muy bien. Y ¿qué crees que verá en tu casa? ¡No me digas!…

Me contaste que vería cómo tú, siendo esposo, tratas a tu mujer con el mismo amor con que Dios amó a la Iglesia, y la cuidó, muriendo por Ella para que tuviera vida eterna.

¡Vaya! Eso sí que es romántico y es amor verdadero, ¡ya lo creo!

Y me dices que tú, esposa, obedeces a tu marido como si se tratara de Cristo mismo. Entonces comprendo, sé que venir a vuestra casa, será cómo este conocido tuyo halle la verdad de la fe católica, el que la familia es la primera escuela de la fe, siendo iglesia doméstica.

Sí, sí, llévale a tu casa, y déjame venir a ella, porque quiero ver de cerca una viviente iglesia doméstica, para deleitarme de las bendiciones que Dios da a las personas que son capaces de seguir y ser Iglesia.

Gracias. ¡Vendré a las tres!

P. Jesús

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