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11 de octubre de 2019

Viernes 11 de Octubre de 2.019

Tiempo Ordinario /27º

Misal virtual de hoy AQUÍ

Evangelio:

San Lucas 11, 14-26

El Reino de Dios ha llegado a vosotros

14Estaba expulsando (Jesús) a un demonio mudo, y así que salió el demonio, habló el mudo. Las muchedumbres se admiraron, 15pero algunos de ellos dijeron: Por el poder de Beelzebul, príncipe de los demonios, expulsa éste los demonios; 16otros, para tentarle, le pedían una señal del cielo. 17Pero Él, conociendo sus pensamientos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo será devastado, y caerá casa sobre casa. 18Si, pues, Satanás se halla dividido contra sí mismo, ¿cómo se mantendrá su reino? Puesto que decís que por poder de Beelzebul expulso yo los demonios. 19Si yo expulso a los demonios por Beelzebul, vuestros hijos, ¿por quién los expulsarán? Por esto ellos mismos serán vuestros jueces. 20Pero, si expulso a los demonios por el dedo de Dios, sin duda que el reino de Dios ha llegado a vosotros. 21Cuando un fuerte bien armado guarda su palacio, seguros están sus bienes; 22pero si llega uno más fuerte que él, le vencerá, le quitará las armas en que confiaba y repartirá sus despojos. 23El que no está conmigo, está contra mí, y el que conmigo no recoge, derrama. 24Cuando un espíritu impuro sale de un hombre, recorre los lugares áridos buscando reposo, y, no hallándolo, se dice: <<Volveré a la casa de donde salí>>; 25y viniendo la encuentra barrida y aderezada. 26Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él y, entrando, habitan allí, y vienen a ser las postrimerías de aquel hombre peores que los principios.

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944) 

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

El Reino de Dios ha llegado a vosotros

Los demonios necesitan de un cuerpo humano para vivir en el mundo haciendo daño a los hijos de Dios. Por eso, para dañarlos se mete dentro del hombre y le trastorna.

Vemos en la historia del evangelio de hoy, que uno de los muchos demonios que han vagado por la vida del mundo, entró en un hombre y lo atormentó dejándolo mudo; y Jesús expulsó al demonio que estaba en este hombre, y el hombre habló. Vemos también como la falta de fe hizo decir a muchos que Jesús tenía poder de expulsar demonios, no porque fuera Dios y pidiera a Dios Padre que en su mismo nombre de ser Jesús y por pedirlo al Padre, que es Dios, Él, Jesús, tuviera potestad contra los demonios, sino que decían que los demonios le obedecían y salían de la persona, porque no oraba al Dios Padre sino a Belcebú, el príncipe de los demonios. Y Dios, que es y era Dios, les dijo que si expulsara a los demonios no en nombre del Dios sino por Belcebú, lo que demostraba era que estaban a mal un demonio contra otro, y jamás un demonio puede hacer el bien, porque no le queda nada de bueno ni de bien al demonio, a los demonios, porque fueron totalmente y verdaderamente malos, por lo que se separaron de Dios. Los hombres pueden ser malos, muy malos, pero tienen ráfagas de una cierta bondad, a veces por las personas o persona que aman humanamente, pero los demonios son totalmente malos-malos: ya fueron juzgados y sentenciados por no haber en ellos ni una chispa de bondad, que es amar a Dios. Por eso cuando una persona va al Infierno, es mala-mala, no le queda ni una chispa de amor a Dios. Siempre que hay algo, aunque sea muy poco, de amor a Dios, aunque sea por lo menos respeto, el hombre llega a conocer a Dios y se salva; los que van al Infierno son los que no aman a Dios absolutamente nada, y puede que todo y así, sean sacerdotes, sean obispos, cardenales, o podría ser el mismo Papa. Y se sabe por las obras de su fe, por eso no es cierto que se salva una persona por la sola fe, como dicen muchos protestantes, y luego, sus ministros les piden obediencia de esta fe, por lo menos en pagar el diezmo; en eso sí que deben de hacer obras de fe; en pagar. Pues lo mismo en lo demás, cuando hay verdadera fe.

Dios, Jesús, conoce los corazones y quiere salvar y salva a las personas que tienen fe y obran según su fe, porque las obras demuestran la bondad del corazón, como Jesús demostró ser el mismo Dios al expulsar los demonios por ser Hijo del Padre, por ser bueno, y tener misericordia y practicar la caridad.

Imitemos a Dios y tengamos misericordia de los que sufren, y aliviemos sus circunstancias, con la bondad de nuestro corazón que, lleno de fe, nos pide que amemos a nuestros semejantes como a nosotros mismos, pero antes y siempre, amando a Dios sobre todas las cosas y personas.

P. Jesús
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