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9 de enero de 2016

Sábado 9 de Enero de 2.016

Evangelio:

San Marcos 6, 45-52

Jesús caminando sobre el mar

Mar 6:45 Después que se saciaron los cinco mil hombres, Jesús mandó a sus discípulos subir a la barca y precederle al otro lado frente a Betsaida, mientras Él despedía a la muchedumbre.
Mar 6:46 Después de haberlos despedido, se fue a un monte a orar.
Mar 6:47 Llegando el anochecer, se hallaba la barca en medio del mar y Él solo en tierra.
Mar 6:48 Viéndolos fatigados de remar, porque el viento les era contrario, hacia la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar e hizo ademán de pasar de largo.
Mar 6:49 Pero ellos, así que le vieron andar sobre el mar, creyendo que era un fantasma, comenzaron a dar gritos,
Mar 6:50 porque todos le veían y estaban espantados. Pero Él les habló enseguida y les dijo: «Ánimo, soy yo, no temáis».
Mar 6:51 Subió con ellos a la barca, y el viento se calmó, y se quedaron en extremo estupefactos,
Mar 6:52 pues no se habían dado cuenta de lo de los panes; su corazón estaba embotado.

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944)

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

Jesús caminando sobre el mar

A ver, vamos a ver, te cuento como va todo esto que a veces te pasa, sí, se que muchas veces te pasa, y déjame decírtelo:

Cuándo estás mal, cuando todo está contra tí, y tú, en medio de esta tormenta intentas sobrevivir con tu fe, pero la fe parece que, como barca, va a la deriva en este temporal en que la vida, por ir tú a pescar, por ir tú a tus necesidades humanas, te hallas en medio del temporal exterior del mundo sin poder hacer mucho más que intentar no hundirte en este temporal.

Te dicen algunos, ¡que estás loco!, ¡que estás loca!, que te bajes de la barca de tu fe, que renuncies a ella, porque te aseguran que es tu fe la que te llevó por esos mares de tormenta; que si haces como la mayoría, que no tienen barca, por lo menos te hundirás y la barca no te aplastará. Que dicen es tu misma fe la que aún te rematará en este mar de tormenta de la vida, porque al hundirte, como todos se hunden, la barca de tu fe, caerá contra ti y no podrás sobrevivir, pero que si nadas, aun puedes malvivir en las tormentas pero la fe no te aplasta la personalidad. Eso dicen; con otras palabras, pero es lo mismo. ¿Verdad hijo mío?, ¿verdad hija mía?

Sí, yo también sé de qué va la vida en el mar, en las tormentas. ¡Claro que lo sé! Y sé que siempre Jesús pasa, Él, desde la Gloria Celestial, ve que estamos en la barca, en medio de la tormenta, con mucho miedo, con pánico a veces, y que no sabes tú qué hacer; y en estas situaciones no puedes ni pensar porque además en ésta, tu tormenta, hay tiburones que esperan tragarte como su pan para alimentarse de ti, y te dicen las voces de esas sirenas mitológicas: “Deja la barca, deja tu fe, que es ella la que te ha traído al mar; has venido con ella, con esta fe tuya a luchar por tu pan de cada día, por ser también tú parte de la vida y de la sociedad, e ir con tu fe , con esta barca, a pescar, para comer, para sobrevivir en tu especie; que necesitas de dinero para cubrir todas tus necesidades y, si tienes familia, las de ella, tu amada familia; y a veces es tu misma familia, que no tiene tu misma fe, que te pide, te grita, que dejes la misma, que renuncies a tu barca y pesques cuerpo a cuerpo tu alimento en las tormentas de la vida. Dios, Jesús, ve todo eso, y descendiendo del Cielo, va a la Iglesia y pasa por delante de tu tormenta, andando sobre el mar y se va a su Casa, la Iglesia Católica, Apostólica y Romana; pasa por delante de ti, de tu barca en medio de la tormenta, porque va a ser Vida en la Eucaristía; y tú tienes miedo de entrar en la Iglesia; dices: “esos católicos”, y ves fantasmas en ellos y gritas y tienes miedo, y Jesús, para su andar y viene a tí, por esa oración de auxilio que, desde lo profundo de tu corazón, has dicho para tu salvación, y viene Jesús, como Niño en el Pesebre de Belén, para que lo cojas y lo cuides, y mientras estás pendiente de Él, por confiar en que debes cuidar de tu fe, de Jesús Niño, el mar se calma, las sirenas callan, los tiburones se hunden y el mar se calma; porque tienes a Jesús contigo, a Dios contigo. Ves como yo lo sé. Ya te lo había dicho que lo sabía bien. En tí, hijo de Dios, en ti mismo reside, por tu bautismo, el Niño Dios, que al cuidarte de Él, te olvidas de la tempestad; y con Jesús, todo desaparece; no te hundes, ni la barca se hace trizas, porque la fe vive en este Niño de Belén que, entre pajas, está en tu corazón para que lo cuides y lo mantengas vivo en tu vida por la fe, por el Amor de amarlo y de ser correspondido por este Bebé que es Cristo, el Mesías, y que necesita de tu cariño, de que lo cuides bien para que viva, para que crezca en tí y se haya mayor, como mayor se hará tu fe por creer en Él, por tenerlo en tu corazón. Y, ¿para qué sirven las pajas dentro de tu corazón con él? Para que, como sacrificios tuyos, le ofrezcas una a una para que esté, pobrecito, tan pequeño, para que esté cómodo en este corazón tuyo que renuncia y se sacrifica para que el Niño Jesús viva siempre contigo, en el corazón tuyo, lleno de obras de amor que acomodan mejor al Niño Jesús en tu corazón.

¡Ves como lo sé!

P. Jesús

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