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30 de enero de 2016

Sábado 30 de Enero de 2.016

Evangelio:

San Marcos 4, 35-41

La tempestad calmada

Mar 4:35 En aquel día dijo Jesús a sus discípulos, llegada ya la tarde: «Pasemos al otro lado».
Mar 4:36 Y, despidiendo a la muchedumbre, le llevaron según estaba en la barca, acompañado de otras.
Mar 4:37 Se levantó un fuerte vendaval, y las olas se echaban sobre la barca, de suerte que ésta estaba ya para llenarse.
Mar 4:38 Él estaba en la popa durmiendo sobre un cabezal. Le despertaron y le dijeron: «Maestro, ¿no te da cuidado de que perecemos?»
Mar 4:39 Y Jesús, despertando, mandó al viento, y dijo al mar: «Calla, enmudece». Y se aquietó el viento y se hizo completa la calma.
Mar 4:40 Les dijo: «¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Aún no tenéis fe?»
Mar 4:41 Y, sobrecogidos de gran temor, se decían unos a otros: «¿Quién será éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?»

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944)

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

La tempestad calmada

Déjame decírtelo claramente como lo dijo Jesús, Dios. ¿Por qué te asustas? ¿Todavía no tienes fe?

Es cierto, todavía no tienes fe. Si vives asustado no tienes fe. Anda, dime algo que justifique tu falta de fe. Estoy esperando tus excusas. Y no me vengas que primero tienes que ir a enterrar a tu padre y que debes ocuparte de hacer dinero. Pero, pero… ¿Qué es eso? ¿Qué es esa falta de fe? Ven, quiero verte en el confesonario, ahora mismo. Eso no puede esperar más. Si no tienes fe es que vives sin Dios, y si vives sin Dios es qué…, ya sabes, ¡el otro! Así que vénte conmigo al confesonario y dime lo que has hecho para perder la fe; o mejor, dime lo que no has hecho. ¿Rezas? Seguro que poco y mal. Ay. ¿Y qué tal estás de obras de misericordia? No me digas “mise… ¿qué?” Lo repito: misericordia. ¿A cuántos tienes sin perdonar? ¡Por Dios! Pero, ¡qué lista es esa! Es más larga que la lista de víveres que necesitan comprar durante un mes una familia numerosa; (es para que os hagáis una idea de lo mal que estás) Ven, ven rápidamente al confesonario, porque ¿para que crees qué sirven los curas? ¿Para pasar el rato oyéndoles en sus homilías medio durmiéndote? Apunta otra más: No oír Misa entera…

Así te quiero ver, aquí arrodillado contándome tus penas, tus miserias, tus errores. Vamos, que seguro que de todo ello, vamos a sacar un buen presupuesto para tu santidad. Sí hijo sí, ¡claro que confío en ti!, en que puedes ser santo; ¿sabes por qué? Porque los santos los hace Dios. ¡Menos mal!… Deja que te dé la absolución y vé en busca de la causa de tu fe, ve a comulgar, que Dios me ha dicho que te ama y que te lleve para Casa, que vives mal fuera de ella, del cumplimiento fiel de la Doctrina Católica. Sí, ya ves, lo sé todo. Siendo cura, curo y sé mucho, por serlo, por ser ese sacerdote que necesitas que te eche una mano en este temporal que está cayendo sobre ti. ¡Estoy aquí! En el confesonario.

Ven…

Te estoy esperando.

P. Jesús

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