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27 de septiembre de 2016

Martes 27 de Septiembre de 2.016

Evangelio:

San Lucas 9, 51-56

La mala acogida de los samaritanos

Luk 9:51 Estando para cumplirse los días de su ascensión, se dirigió Jesús resueltamente a Jerusalén,
Luk 9:52 y envió mensajeros delante de sí, que en su camino entraron en una aldea de samaritanos para prepararle albergue.
Luk 9:53 No fueron recibidos, porque iban a Jerusalén.
Luk 9:54 Viéndolo los discípulos, Santiago y Juan dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que los consuma?».
Luk 9:55 Volviéndose Jesús, los reprendió,
Luk 9:56 y se fueron a otra aldea.

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944)

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

La mala acogida de los samaritanos

¿Quieres tú que Dios permita que reciban cosas malas los que te insultan por tu fe, los que no quieren aceptarlo a Él, a Jesús, como lo que es, Dios?

Hay que amar a los enemigos de la fe.

Sé que amas a los que, amándolos, no tienen fe y te insultan por tu fe; pues tú, haz como Jesús, y no te entretengas conviviendo con ellos, ve a Jerusalén, al Templo, a la Iglesia, y recibe a quien te Ama, a Dios. Usa de los sacramentos y mantente alejado de los que, como los samaritanos, no te acogen porque vas con Jesús, porque tus obras son de un hijo, una hija, fiel a Dios. No pidas nada malo para ellos, ni para nadie, ¡ni para ti! ¡No quieras estar con ellos, eso es malo para ti! porque te humillan, porque quieren, de todas todas, que abandones la fe, que te unas a la lujuria,  a ganar dinero con malos medios y gastarlo sin caridad; tú sigue tu camino a Jerusalén, ve a la Iglesia y confiesa tu amargura por haber deseado que por la fuerza, te quieran en y con tu fe; es pecado el no aceptar la libertad de otros. Jesús, siempre aceptó y acepta la libertad de otros; Él, Dios, predicó, no impuso jamás, sólo enseñó, y a quien no acogía la fe, lo dejaba marchar; incluso les dijo a sus apóstoles una vez: ¿también vosotros queréis dejarme solo? Así debe de ser tu fe, fuerte, recia, que la puedas vivir tú solo, aunque todos fueran contra ti; y puedes hacerlo, porque Dios se quedó en la Iglesia, en ti, que eres Iglesia; y le tienes, si cumples con los mandamientos, si rezas por todos, malos y buenos, y usas de los sacramentos. ¡Ve a Jerusalén! En el Sagrario, vive Dios, Jesús de Nazaret. Ve a Él, que Él sí que te quiere, porque te Ama en libertad, como tú debes amar  a los demás. En todo, imita a Dios, a Cristo, en todo, y tendrás paz, y serás feliz, como lo fue san José, que tenía a Dios, que cuidaba de Dios y de la Virgen María; tú haz lo mismo que san José, y su alegría será tu alegría. Amén. ¡Sé un santo alegre! Confía en Cristo Rey, y como el apóstol San Pedro, dile: “¿A dónde iremos?, sólo Tú tienes palabras de Vida Eterna». ¡Qué listo fue el primer Papa!, ¡qué listo! Y aún no existía la Eucaristía, pero él, San Pedro, ya vivía en comunión con Dios, diciendo “amén” a todo lo que Jesús, Dios, decía. Ahora, que ya vino al mundo Dios Espíritu Santo, ahora, los bautizados tenemos la Gracia de la ayuda de Dios, del Amor, que nos llama a amar y a practicar la caridad, el hacerlo todo por Dios, con Él, que es la tercera persona de Dios; y donde está Dios Espíritu Santo, está Dios en santa unidad. ¡Paz!

P. Jesús

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