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26 de agosto de 2017

Sábado 26 de Agosto de 2.017

 Evangelio:

San Mateo 23, 1-12

Los escribas y fariseos, puestos al desnudo

Mat 23:1 Jesús habló a las muchedumbres y a sus discípulos,
Mat 23:2 diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos.
Mat 23:3 Haced, pues, y guardad lo que os digan, pero no los imitéis en las obras, porque ellos dicen y no hacen.
Mat 23:4 Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los otros, pero ellos ni con un dedo hacen por moverlas.
Mat 23:5 Todas sus obras las hacen para ser vistos de los hombres. Ensanchan sus filacterias y alargan los flecos;
Mat 23:6 gustan de los primeros asientos en los banquetes, y de las primeras sillas en las sinagogas,
Mat 23:7 y de los saludos en las plazas, y de ser llamados por los hombres “rabbí.”
Mat 23:8 Pero vosotros no os hagáis llamar “rabbí,” porque uno solo es vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos.
Mat 23:9 Ni llaméis padre a nadie sobre la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el que está en los cielos.
Mat 23:10 Ni os hagáis llamar doctores, porque uno solo es vuestro doctor, Cristo.
Mat 23:11 El más grande de vosotros sea vuestro servidor.
Mat 23:12 El que se ensalzare será humillado, y el que se humillare será ensalzado».

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944)

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

Los escribas y fariseos, puestos al desnudo

Los sacerdotes; hoy “toca” hablar de nosotros, sacerdotes. La gente espera de nosotros, heroicidad; nos quieren como guías, y nos necesitan como consejeros. Y somos hombres, como todos ellos, necesitados de afecto, del afecto de Dios, que a veces, como a ellos, también se nos esconde, y parece que juega al escondite con sus instrumentos: nosotros, el clero.

Cuando digo que necesitamos afecto, no quiere decir abrazos y besos, sino respeto, educación, buenos modales con nosotros, paciencia y muchos rezos; y sobre todo, buen ejemplo, especialmente de los matrimonios, que como nosotros, tienen un sacramento. Ellos, los matrimonios, son padres de hijos carnales, y nosotros somos padres de hijos espirituales.

Cuando hacemos homilías, escritas o pronunciadas desde el púlpito para la Iglesia santa, es para ayudaros a ser santos, personas libres y felices en este mundo, para uniros al Papa, a la Iglesia Católica; a venerar a la Santa Madre de Dios, ¡María!, y amar a Cristo y honrar al Padre Dios, y trabajar codo con codo, con Dios Espíritu Santo, con la fiel ayuda de los Ángeles y con la intercesión de súplicas constantes por nosotros, de los santos que nos han precedido en el Amor. Hermanos, cuando abrimos nuestra boca y pronunciamos homilías, es para llenaros el corazón de más bondad, de más deseos de eternidad, de más ganas de dejarse amar por Dios. Oh hermanos, amados en Dios, mirad nuestras palabras, y rezad por y para que, como vosotros, las podamos poner en práctica. ¡Os necesitamos! Nosotros, los sacerdotes, os necesitamos, igual que vosotros nos necesitáis, porque todos somos y formamos el cuerpo místico de Cristo.

Hermano, cuando veas a un sacerdote, piensa que te necesita, que necesita que reces por él, que necesita tu buen ejemplo, ¡no todo lo dan los libros! Y vosotros podéis darnos lo que necesitamos para, también como vosotros, salvarnos.

Oh hermanos, tan amados por Dios, el Sumo Sacerdote, Él, también necesitó de las oraciones de los Apóstoles, en el huerto de los olivos, y ellos… estaban dormidos. ¡No os durmáis vosotros, amigos! Rezad, pedid a Dios Padre, que pase el cáliz que tantos sacerdotes hoy en día también, les dan a beber, como asimismo, esas malas tentaciones que pasan, porque ¿sabéis?, ellos lo dejaron todo para serviros, por amor de Dios; aunque a veces, no saben cómo, porque la generación de hoy es distinta a la de ayer, y aun no se han escrito tratados de cómo tratar a los fieles de hoy; y muchos se van de la Iglesia, porque usando de la democracia, deciden a quién servir; y siempre suele ser al mejor postor, el que no exige gran cosa de ellos; a los que no exigen esfuerzos, sino que hablan de la fe y, ya con eso, se creen salvados; pero los santos -leed la vida de los santos- os dirán con sus vidas, que la santidad se paga con la cruz, como lo hizo Jesús. Así que, yo, sacerdote, no te voy a despedir hoy, diciendo que tengas muchas sonrisas y un día muy feliz, sino que te diré que seas fiel a Cristo, que cojas tu cruz, que sufras, y sufriendo, sigas siendo fiel al que te Ama y sufrió más que tú: Jesús. La vida va de cruz; ella nos salva, si la llevamos unidos a Jesús.

P. Jesús

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