23 de enero de 2016

Este Evangelio va especialmente por ti, seguro. Seas quien seas, va por ti.

Tu familia te llama loco y quieren hacerte entrar en cordura, porque no es normal esa clase de vida de sacrificio, de mirar de hacer el bien y apartarse del mal, rechazando dinero ganado tan sólo olvidando un poquito la moral, que te llenaría las arcas y llegarías próspero a tu ancianidad.

Sí, conmigo también quisieron hacer lo mismo, decían que había perdido el juicio, y aquí me tienes totalmente cuerdo y feliz de serviros.

Sufres, lo sé; yo pasé por esto; aún hoy día me mal juzgan, me calumnian y todo un largo etcétera. Recuerda: ¡Son libres! No les quites tú su libertad de expresarse y haz como hizo Jesús, que siguió haciendo el bien. No te sientas sólo, que somos muchos que vivimos lo mismo, esparcidos por todo el mundo. Y aunque te digan que has perdido el juicio, piensa que más que por tí lo dicen por ellos mismos, porque mira que es perder el juicio saber que Dios resucitó y nos salva, y tantos queriendo morir como si el Mesías aún no hubiera venido al mundo. Díselo; bien dicho pero díselo: “Yo espero la resurrección de los justos y rezo por vosotros para que Jesús tenga misericordia de todos”. Uuuuuuyyyy la que te espera; pero bueno; no digas que Dios no nos lo dijo; pues, entonces, amigo mío, compañero de fatigas, déjame darte un gran abrazo y sigamos propagando el Evangelio, la Buena Nueva: ¡Dios vino al mundo, nos salva y resucitamos con Él! ¡Aleluya!

Sé que sufres; como yo, como Dios. ¡Ánimo! Somos muchos.