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23 de agosto de 2017

Miércoles 23 de Agosto de 2.017

 Evangelio:

San Mateo 20, 1-16

Los obreros enviados a la viña

Mat 20:1 Dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Porque el Reino de los Cielos es semejante a un amo que salió muy de mañana a ajustar obreros para su viña.
Mat 20:2 Convenido con ellos en un denario al día, los envió a su viña.
Mat 20:3 Salió también a la hora de tercia y vio a otros que estaban ociosos en la plaza.
Mat 20:4 Díjoles: «Id también vosotros a mi viña, y os daré lo justo».
Mat 20:5 Y se fueron. De nuevo salió hacia la hora de sexta y de nona e hizo lo mismo,
Mat 20:6 y, saliendo cerca de la hora undécima, encontró a otros que estaban allí, y les dijo: «¿Cómo estáis aquí sin hacer labor en todo el día?».
Mat 20:7 Dijéronle ellos: «Porque nadie nos ha ajustado». Él les dijo: «Id también vosotros a mi viña».
Mat 20:8 Llegada la tarde, dijo el amo de la viña a su administrador: «Llama a los obreros y dales su salario, desde los últimos hasta los primeros».
Mat 20:9 Vinieron los de la hora undécima y recibieron un denario.
Mat 20:10 Cuando llegaron los primeros, pensaron que recibirían más, pero también ellos recibieron un denario.
Mat 20:11 Al cogerlo murmuraban contra el amo,
Mat 20:12 diciendo: «Estos postreros han trabajado sólo una hora, y los has igualado con los que hemos llevado el peso del día y el calor».
Mat 20:13 Y él respondió a uno de ellos, diciéndole: «Amigo, no te hago agravio: ¿no has convenido conmigo un denario?
Mat 20:14 Toma lo tuyo y vete. Yo quiero dar a este postrero lo mismo que a ti.
Mat 20:15 ¿No puedo hacer lo que quiero de mis bienes? ¿O has de ver con mal ojo porque yo sea bueno?».
Mat 20:16 Así, los postreros serán los primeros, y los primeros, postreros. Porque son muchos los llamados, mas pocos los escogidos».

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944)

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

Los obreros enviados a la viña

Todos sois obreros del Reino, todos debéis amar al pecador y aborrecer el pecado. Sí, tú también, tú que eres pecador, debes aborrecer el pecado.

Dice la Santa Madre Iglesia Católica, en su catecismo:
(1868) El pecado es un acto personal. Pero nosotros tenemos una responsabilidad en los pecados cometidos por otros, cuando   cooperamos a ellos:
participando directa y voluntariamente;
—ordenándolos, aconsejándolos, alabándolos o aprobándolos;
—no revelándolos o no impidiéndolos, cuando se tiene obligación de hacerlo;
—protegiendo a los que hacen el mal.

1869 Así, el pecado convierte a los hombres en cómplices unos de otros, hace reinar entre ellos la concupiscencia, la violencia y la injusticia. Los pecados provocan situaciones sociales e instituciones, contrarias a la bondad divina. Las «estructuras de pecado» son expresión y efecto de los pecados personales. Inducen a sus víctimas a cometer a su vez el mal. En un sentido analógico, constituyen un ‘pecado social’ (cf RP 16).

Acuérdate de que callaste ante el pecado de un hijo tuyo, de un familiar tuyo, de un amigo tuyo, que va contra la voluntad de Dios, y se hace daño a sí mismo, pecando, porque el pecado, dice el Catecismo de la Iglesia Católica, qué es:
II Definición de pecado
(1849) El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana. Ha sido definido como ‘una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley eterna’ (S. Agustín, Faust. 22, 27; S. Tomás de A., s. th., 1-2, 71, 6) )

(1850) El pecado es una ofensa a Dios: ‘Contra Ti, contra Ti sólo he pecado, lo malo a tus ojos cometí’ (Sal 51, 6). El pecado se levanta contra el amor que Dios nos tiene y aparta de Él nuestros corazones. Como el primer pecado, es una desobediencia, una rebelión contra Dios por el deseo de hacerse ‘como dioses’, pretendiendo conocer y determinar el bien y el mal (Gn 3, 5). El pecado es así ‘amor de sí hasta el desprecio de Dios’ (S. Agustín, civ, 1, 14, 28). Por esta exaltación orgullosa de sí, el pecado es diametralmente opuesto a la obediencia de Jesús que realiza la salvación (cf Flp 2, 6-9).

Escucha, lee, lo que dice la Iglesia sobre ti, que eras pecador, y ahora, por la Gracia y la Misericordia de Dios, eres discípulo de Cristo:
La conversión   exige el reconocimiento del pecado, y éste, siendo una verificación de la acción del Espíritu de la verdad en la intimidad del hombre, llega a ser al mismo tiempo el nuevo comienzo de la dádiva de la gracia y del amor: ‘Recibid el Espíritu Santo’. Así, pues, en este ‘convencer en lo referente al pecado’ descubrimos una «doble dádiva»: el don de la verdad de la conciencia y el don de la certeza de la redención. El Espíritu de la verdad es el Paráclito. (DeV 31).

¿Qué hay que decirles y decirte a tí mismo, cuando pecas?: «Esto te hace daño, es algo malo para ti, debes cuidarte, porque sólo tienes una vida, y al final de la misma, habrá un juicio; ¿no querrás perderte la gracia de ir para siempre al Cielo Eterno con Dios? ¿No querrás ir al infierno para siempre? Acepta pues tu error y haz el bien para ti, para Dios, para todos. No aceptes el pecado, lo antinatural, como una condición buena para ti. No saldrá nada bueno, de lo que no se hace bien. Así es la naturaleza, no salen higos de los abrojos, ni peras de los olmos. Lo natural en la persona, en ti, es que seas bueno y hagas el bien, y lo que es natural y bueno para el ser humano; no eres un animal, eres un persona creada a la imagen y semejanza de Dios; Dios mismo, Jesús, Dios Hijo, también tiene tu misma naturaleza humana, sacada de la Virgen María, ¡es hombre!, y vino al mundo para salvarte, para enseñarte con su ejemplo, lo bueno para la persona, para el hombre; y lo bueno es la pobreza, es no tener nada; y si tienes, es no poner tu corazón en ello, es no usar a los demás, es servir a los demás; eso de ir a tu egoísmo, a tus caprichos, eso no es humano, eso es irracional; lo racional es el bien y no hacer el mal, ni para conseguir un bien; si lo que quieres, te va a hacer comportarte mal, ir contra lo natural, que es hacer el bien, NO LO HAGAS, porque tú vales más que seguir tus instintos, tú vales más que querer salirte con la tuya, sea como sea; deja que los otros decidan el bien, y todos haced el bien. No es natural el pecado y pecar, lo natural es vivir para hallar el amor de Dios. Y si vives para tener el amor de una persona, que puede morir en cualquier momento e irse al Infierno, entonces, ¿qué te quedará? Vive para Dios, y ama a los que, amándolos, no te hagan pecar contra Dios. Selecciona y vive en la Verdad, caminando el Camino y teniendo la Vida, Jesucristo.»

P. Jesús

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