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23 de agosto de 2016

Martes 23 de Agosto de 2.016

Evangelio:

San Mateo 23, 23-26

La justicia, la misericordia y la fidelidad

Mat 23:23 Habló Jesús diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que diezmáis la menta, el anís y el comino, y no os cuidáis de lo más grave de la Ley: la justicia, la misericordia y la buena fe! Bien sería hacer aquello, pero sin omitir esto.
Mat 23:24 Guías ciegos, que coláis un mosquito y os tragáis un camello.
Mat 23:25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que limpiáis por defuera la copa y el plato, que por dentro están llenos de rapiñas y codicias.
Mat 23:26 Fariseo ciego, limpia primero por dentro la copa y el plato, y límpialo luego también por fuera».

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944)

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

La justicia, la misericordia y la fidelidad

Hay que ser del mundo, ocuparse de las cosas del mundo, sin ser hipócritas, sin tener el corazón duro, sin ir sólo a los intereses particulares, sino que hay que practicar, en todo momento y ocasión, la justicia, la misericordia y la fidelidad.

La fidelidad, quieren muchos, “tirarla por la borda”, diciendo que lo más importante es lo que uno siente; que es preferible la sinceridad a la fidelidad; y con ello faltan a la misericordia y hacen injusticia.

Algunos que han contraído matrimonio, incluso por la Iglesia, no son fieles al cónyuge, porque dicen que aman a otro-a, porque el corazón y los ojos, todos los sentidos, los tienen puestos en otra persona que, aseguran, no pueden vivir sin ella. ¡Injusticia!, ¡aberración de la voluntad!

Quien no tenga voluntad, no puede contraer matrimonio, porque será un títere en manos de los acontecimientos. ¡Apartaos de los que no tienen voluntad!; sollozarán y os explicarán sus motivos, pero no serán fieles ni al trabajo, ni al cónyuge, ni a sus hijos; ni a sus proyectos de vida, sea vida espiritual, moral, laboral o económica. Con una persona así, vas a ir a la deriva. Y cualquier día te dirá que, “sintiéndolo mucho”, ya no te ama, ya su corazón pertenece a otra persona que, “sin querer”, se lo ha robado. Como si fuera justo el robo; ¡robar es pecado mortal!, es una injusticia. Y aunque llores a lágrima viva, no tendrá misericordia de ti, te dirá que no puede ir contra sí mismo, ¡que no puede mentir!

Los faltos de voluntad, esos, como dice Jesús en el evangelio de hoy, han abandonado lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad. Dicen amar a Dios, y cumplen la Ley de Dios a su manera, uniendo todos los mandamientos a una sóla palabra: sinceridad. ¡Siento esto, siento lo otro! Y, los sentidos cambian, porque son receptivos, y como toda cosa mutable, es dual y lleva a la locura mental. Vemos a tantos, que hoy aman a Dios y mañana propagan a Buda. Muchos quieren amar, porque es condición humana el amor, pero un día aman a un Dios y, al otro, a otro dios; y un día aman a una persona, y pueden incluso casarse con ella, pero al otro aman a otra; no son fieles, porque no cumplen con la Ley de Dios, con los 10 mandamientos; esos, lo que hacen es jugar con su corazón y, según lo que oyen por la televisión, o en una cafetería, o les comenta el amigo-a de turno (según sus propias experiencias), cambian sus sentimientos, y hoy puede quererte mucho, y mañana puede desear estar lejos de ti, y al otro regresar, y más tarde volver a irse definitivamente; y así hasta la eternidad, porque su infidelidad le lleva a no ser ni fiel a sí mismo; ya no sabe qué pensar, en qué creer, ni cómo obrar.

Está claro que hay que hacer el bien, siempre.

Hijos buenos y amados, id con cuidado con los de doble ánimo, porque faltarán a la justicia, la misericordia y la fidelidad. ¡No os dejéis engañar! Y, ¡no seáis de estos! Sed vosotros, recios y conformes a la Ley de Dios; vividla, cumplidla, amadla, porque es el mismo Dios quien os la dio. Acéptala, cúmplela y vívela en tu corazón, y que, con obras de tu fe, sea luz para el que ha escuchado a los hipócritas que tiene al lado, porque hay pocos que decidan dar su vida a Dios; muchos dicen dársela, pero tienen doble vida, llevan doble ánimo en su corazón, y quieren ser del mundo, mundanos, y ser a la vez de Dios; y esto es imposible, no hay manera de conseguirlo, porque Dios lo dijo; Él, Jesús, dijo: “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios… No podéis amar a Dios y al dinero”. Y hay tantos, que quieren codearse con el César, y tener dinero para presumir.

Hijos de Dios, vosotros los casados, amad a una sóla mujer, a un sólo hombre, y ayudadlo a ser cada día mejor en todo, siendo tú mejor en todo, con esfuerzo y voluntad, bajo la luz de la Ley de Dios, que te hará brillar el corazón de bondad, y que te hace agarrar tu cruz con gallardía, la del discípulo fiel.

P. Jesús

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