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22 de julio de 2017

Sábado 22 de Julio de 2.017

Misal virtual de hoy AQUÍ

Evangelio:

San Juan 20, 1.11-18

¿Por qué lloras?

Joh 20:1 El día primero de la semana, María Magdalena vino muy de madrugada, cuando aún era de noche, al monumento, y vio quitada la piedra del monumento.
Joh 20:11 María se quedó junto al monumento, fuera, llorando. Mientras lloraba, se inclinó hacia el monumento,
Joh 20:12 y vio a dos ángeles vestidos de blanco, uno a la cabecera y otro a los pies de donde había estado el cuerpo de Jesús.
Joh 20:13 Le dijeron: «¿Por qué lloras, mujer?». Ella les dijo: «Porque han tomado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». En diciendo esto, se volvió para atrás y vio a Jesús que estaba allí, pero no conoció que fuese Jesús.
Joh 20:14 (TEXTO OMITIDO)
Joh 20:15 Díjole Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, creyendo que era el hortelano, le dijo: «Señor, si lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto, y yo lo tomaré».
Joh 20:16 Díjole Jesús: «¡María!». Ella, volviéndose, le dijo en hebreo: «¡Rabboní!», que quiere decir Maestro.
Joh 20:17 Jesús le dijo: «Deja ya de retenerme, porque aún no he subido al Padre; pero ve a mis hermanos y diles: «Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios»».
Joh 20:18 María Magdalena fue a anunciar a los discípulos: “He visto al Señor”, y las cosas que le había dicho.

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944)

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

¿Por qué lloras?

Qué triste es tu vida, hijo-a mío-a, vas perdiendo la fe, por eso lloras. Sí, lloras porque no tienes fe.

Quieres un mundo a tu medida, a la medida de tu fe, y por irla perdiendo, ya no te interesa sufrir, ¡no quieres sufrir!, no quieres cruz, no quieres llevar tu cruz; renuncias al dolor, por perder la fe.

Esas “nuevas” filosofías, en donde lo importante, te dicen, es que tengas autoestima y seas feliz, ¡te van a matar! 

Te estás derrumbando por momentos, porque te dicen que no tienes autoestima, y es que pretenden que te hagas dios, porque sólo Dios es el único que no fracasa nunca, sólo Dios SIEMPRE GANA, porque no necesita de nadie, Él solo se basta.

Pero tú, tú, necesitas de Dios.

Y, pretendiendo hacerte dios de ti mismo, de los demás, vives una irrealidad. Dices que no quieres ser dios de los demás. Y yo te digo que sí, que eso pretendes, si deseas ser siempre feliz, porque para que las cosas salgan como tú quieres, tienes que obligar a otros a que hagan lo que quieres; entonces, te haces dios de los demás.

Dios, siendo Dios, Jesús, no dejó de ser Dios, y siendo Dios, para vivir en este mundo, se hizo servidor de todos en el bien; y haciendo el bien que Dios Padre en su voluntad, quiere y sentenció, sentenció su voluntad en el cumplimiento de los diez mandamientos de su Ley, de la Ley de Dios; y Cristo, Jesús, cumplió con todos y cada uno de los diez mandamientos, y para cumplirlos, se dejó matar.

La felicidad no es de este mundo, porque aquí esa felicidad personal no puede ser, porque si fuere, invalida la de otros, la felicidad de otros, ya que cada uno tiene sus propias metas en esta felicidad terrenal, no en el cumplimiento de los 10 mandamientos, que dan la VERDADERA FELICIDAD; pero no es la felicidad de la autoestima, sino de ser Iglesia Universal, de ser cada uno parte del Cuerpo Místico de Cristo, en sus virtudes y dones y su propia manera de ser en el bien; que cada uno es como es, para cumplir con su propia misión, la de un miembro de la Santa Iglesia Católica, la de ser parte del Cuerpo Místico de Cristo Rey.

Una criatura no puede esperar a tener autoestima, a imponer su estima propia antes que la voluntad de Dios.

A veces, demasiadas, se piensa que tener autoestima es creerse infalible al pecado, es creerse uno que es genial; y ¡no lo es!, nadie es genial, NADIE, sólo Dios, y si algo bueno haces tú, es por la misma Gracia de Dios, por la influencia de Dios Espíritu Santo, que vive y se mueve en el mundo entero, también en los no creyentes y en los ateos; es decir, que al estar Dios en el mundo, hay bondad y cosas buenas, porque en el Infierno, donde no hay Dios, todo es maldad y males, por toda la eternidad.

Así que, hijo mío, hija mía, no pretendas tu autoestima, sino que ames a Dios sobre todas las cosas y personas, y en esto hallarás la plena felicidad, en renunciar al egoísmo, que por el pecado original, te ata a esa imperfección, a esa posibilidad de pecar, y que pecas; todos pecan, tú también, pero Dios perdona a todos, a ti también, ¡claro que sí!

Ánimo. Lloras, porque estás perdiendo la fe.

Cree en Dios y acepta perder, porque Cristo perdió, y ganó para todos la vida eterna. Tú acepta perder y gana para ti y los demás, la fe, la fe de ser cada día mejor, perdonando y perdonándote, y eso sólo lo vas a poder hacer, yendo a confesarte.

¡Ven!

Estoy en el confesonario, antes de cada Misa.

P. Jesús

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