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12 de agosto de 2016

Viernes 12 de Agosto de 2.016

Evangelio:

San Mateo 19, 3-12

El repudio

Mat 19:3 Se acercaron a Jesús unos fariseos con propósito de tentarle, y le preguntaron: «¿Es lícito repudiar a la mujer por cualquier causa?».
Mat 19:4 Él respondió: «¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo varón y hembra?
Mat 19:5 Dijo: “Por esto dejará el hombre al padre y a la madre y se unirá a la mujer, y serán los dos una sola carne”.
Mat 19:6 De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre».
Mat 19:7 Ellos le replicaron: «Entonces ¿cómo es que Moisés ordenó dar libelo de divorcio al repudiar?».
Mat 19:8 Díjoles Él: «Por la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres, pero al principio no fue así.
Mat 19:9 Y yo digo que quien repudia a su mujer (salvo caso de fornicación) y se casa con otra, adultera».
Mat 19:10 Dijéronle los discípulos: «Si tal es la condición del hombre con la mujer, preferible es no casarse».
Mat 19:11 Él les contestó: «No todos entienden esto, sino aquellos a quienes ha sido dado.
Mat 19:12 Porque hay eunucos que nacieron del vientre de su madre, y hay eunucos que fueron hechos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se han hecho tales por amor del Reino de los Cielos. El que pueda entender, que entienda».

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944)

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

El repudio

Al principio, Adán se dejó seducir por Eva; iban los dos a una, uno era del otro, y así lo había establecido Dios mismo.

Dios instituyó el matrimonio en Adán y Eva, cuando les dijo que poblaran el mundo; se lo dijo a los dos: “Id y multiplicaos.” Ese “Id”, es id los dos; no dijo, «ve». Yo, cuando digo, ven al confesonario, te llamo sólo a ti; es un lugar para uno, sólo con Dios, y el sacerdote representa a Dios. Cuando digo vamos, es ir a propagar el Evangelio, y entonces ya somos muchos los que vamos.

Adán no podía repudiar a Eva, no había nadie más, sólo estaban ellos dos, como sólo debéis estar tú y él, o tú y ella, ¡nadie más! Ni padres, ni hermanos, ni amigos, metiéndose en vuestra vida conyugal. ¡Cuánto daño hacen los comentarios de los que no forman el matrimonio! Muchos divorcios son por culpa de terceros. Esas suegras metiches, esos suegros indiferentes a las necesidades de los esposos. Esas amigas-os, quizás con buenas intenciones, pero; ¿qué saben ellos de la realidad? Ocurre que el maligno está tentando, y en vez de hablarlo con el cónyuge, callas, o hablas demasiado y te pasas, ¡pecas! Hay que hablar, pero sin faltar, ¡jamás!, a la caridad.

No hay divorcio.

Te quedas cumpliendo tu promesa ante Dios, o te vas a ir al Infierno cuando mueras, así de claro te lo digo.

Si cuando te diste en matrimonio, sabías lo que hacías, pues entonces, si tu cónyuge también lo hizo bien, ¡nada de divorcio! El matrimonio es válido, a todas, todas.

Claro que habrá cosas que no te gustarán de tu cónyuge; bueno, ¿y qué? Si no son cosas que vayan contra ningún mandamiento, digo: bueno, ¿y qué?

Sí, ¿y qué?

¿Es que esperas encontrar a alguien exactamente como tú? Para empezar, tú eres hombre y ella es mujer, ¡viva la diferencia!

En vez de darte cuenta de lo que no te gusta, que aunque no te guste, te aviso que en todas las personas hallarás cosas que no te gusten, es lo normal que así sea, que seáis distintos, mejor que veas lo que sí que te gusta de él-ella. Para empezar, te digo: Vaya suerte que has tenido, te ha querido por cónyuge, y no por amante. Eso sólo, hoy en día, es toda una gran alegría. ¿No será que estáis evitando los hijos, sin causas graves, y habéis perdido la Gracia de Dios?; ¿Adónde crees que vas a llegar sin Dios?; anda, regresa a casa, y nada de divorcio, y nada de ir de dios del otro, sino que siendo los dos una sóla carne, os unáis como tal, y viváis una vida de justicia y libertad. ¿Que no tenéis dinero?; ¿que lo que habías planeado de una vida de abundancia, por la crisis económica, no ha podido ser? Posiblemente sea eso lo que te asusta, que la vida sea tan dura. ¡Y lo es! Pero, ¿qué harás sin amor?, ¿qué harás solo-a?, ¿buscarte a otro-a?; ¿y, para eso habrá dinero?; invierte en tu felicidad terrena y eterna. Nadie será como tú, hallarás defectos en todas las personas. Así son las cosas. Regresa a tu promesa dada ante el altar, y cúmplela, y la ayuda de Dios no os va a faltar, si vives en su Gracia divina.

P. Jesús

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