10 de octubre de 2017

Visita tú a Dios, siéntate ante el Sagrario, porque necesitas contarle a Alguien que te ame, como Dios te ama, lo que guardas en tu corazón. Sí, hablo de este rencor, de estos celos y envidia, de tus debilidades, fallos, errores y pecados. ¡Díselo todo a Dios, en oración ante el Sagrario!, y verás que Dios pondrá paz, allí donde te falta. Cuida de tu mente, por tu palabra, esa que es pensamiento, y díselo todo a Dios, porque Dios, que te ama tanto, desea que le dejes tus debilidades e imperfección y pecados, para darte a cambio, la liberación de tu corazón atormentado, por haber dejado entrar en él, en tu corazón, lo que no debías. Debes saber ponerte «un basta», y cuando lo digas, ya no pienses más en lo que te hace dudar de ti, de los demás, ¡de Dios!. Vigila, que Satanás te observa, porque tú eres visto por los ángeles y los demonios; Dios también te ve, como veía a Marta y a María, dos hermanas buenas que le atendían; una, físicamente; y la otra, haciéndole compañía. ¡Dios necesita de ti!