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10 de julio de 2016

Domingo 10 de Julio de 2.016

Evangelio:

San  Lucas 10, 25-37

Parábola del samaritano

Luk 10:25 Levantóse un doctor de la Ley para tentar a Jesús y le dijo: «Maestro, ¿qué haré para alcanzar la vida eterna?»
Luk 10:26 Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?»
Luk 10:27 Le contestó diciendo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo».
Luk 10:28 Y le dijo: «Bien has respondido. Haz esto y vivirás».
Luk 10:29 Él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?»
Luk 10:30 Tomando Jesús la palabra, dijo: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en poder de ladrones, que lo desnudaron, lo cargaron de azotes y se fueron, dejándole medio muerto.
Luk 10:31 Por casualidad, bajó un sacerdote por el mismo camino, y, viéndolo, pasó de largo.
Luk 10:32 Asimismo un levita, pasando por aquel sitio, lo vio también y pasó adelante.
Luk 10:33 Pero un samaritano, que iba de camino, llegó a él, y, viéndolo, se movió a compasión,
Luk 10:34 acercóse, le vendó las heridas, derramando en ellas aceite y vino; lo hizo montar sobre su propia cabalgadura, lo condujo al mesón y cuidó de él.
Luk 10:35 A la mañana, sacando dos denarios, se los dio al mesonero y le dijo: «Cuida de él, y lo que gastes, a la vuelta te lo pagaré».
Luk 10:36 ¿Quién de estos tres te parece haber sido prójimo de aquel que cayó en poder de ladrones?
Luk 10:37 Él contestó: «El que hizo con él misericordia». Contestóle Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».

Sagrada Biblia. Nacar-Colunga (1.944)

«Palabra del Señor»

«Gloria a ti Señor Jesús»

Meditación:

Parábola del samaritano

Si tú quieres saber lo que se necesita para salvarte, este es el evangelio que necesitas leer y reflexionar sobre él.

¡Vamos allá!

«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo».

Esto es lo que ha estado escrito desde siempre, amar a Dios y a tus semejantes. No es bueno para nadie el no cumplir con estos dos grandes mandamientos, y es bueno para todos el hacerlo.

Amar a Dios, a muchos les convence, ¡un Dios tan bueno!, ¡Jesús que dio su vida por nosotros! Es cierto, todo es cierto, y amarle, es fácil amar a una Persona, a Dios, que nos Ama tanto. Pero… pero… las cosas cambian cuando se trata de amar al que no conocemos, a la-s personas que nada sabemos de ellas, y es amar a los que nos han dañado y, mucho peor, es amar a los que nos siguen dañando. ¡No al divorcio! ¡Entendido! No al divorcio, porque Dios no quiere esto, es más, quiere que amemos incluso al enemigo, y a veces, un matrimonio acaba siendo, por Satanás, dos enemigos viviendo en el mismo hogar. ¡No es solución el divorcio! La solución es el amor verdadero, por ambas partes. Pero si una de ellas está muy ofuscada por el pecado, el deber del que esté más cuerdo en la inspiración de la fe, debe ser de ayudar al otro. El Demonio, Satanás, quiere acabar con el amor, porque es el Amor lo que odia de Dios, ese Amor desinteresado, total e infinito que nos tiene; por eso quiere destruir los matrimonios, porque ¡es tan bueno el amor romántico para los esposos!

Hijos, hijas, la vida va de sufrimiento, ¡todos sufren! ¡Nadie vive para siempre! Los famosos mueren, los ricos mueren, y tú y yo morimos, así que ¡por Dios!, la vida va de Amor!

Perdona, perdona, perdona, estas pequeñas o grandes cosas del cónyuge; quizás está pasando por una gran batalla interior y, a veces, interior y exterior a la vez. Habla, en un buen momento, con él, con ella, y dile que sufres, que no lo comprendes, no la comprendes, pero que por amor a Dios y el que le llevó a darse en matrimonio contigo, hay que intentarlo de nuevo, una y otra vez. Si no te hace caso, busca un santo sacerdote para que hable con él, y/o a un familiar suyo que os quiera ayudar, y/o amigo santo que desea echaros una mano; y si no hace caso, quizás debáis de pensar que, a lo mejor, este matrimonio contraído ante Dios, en la Iglesia Católica, posiblemente no sea válido, y entonces, antes de perder la fe, antes de perder tu dignidad como persona, ve al Obispado de tu Diócesis y pide ayuda canónica. ¡Es gratis!

P. Jesús

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